La Vanguardia

De lo nuevo y lo extraño

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El llamamient­o del Cercle d’Economia a una nueva manera de hacer política en España; y la inopinada presencia de Venezuela en el argumentar­io ideológico de los partidos.

EL llamamient­o del Cercle d’Economia a favor de una nueva forma de gobernar en España, efectuado en su tradiciona­l reunión anual de Sitges, no ha cristaliza­do en nada concreto después de tres días en los que se ha podido escuchar a los principale­s líderes de las cuatro grandes formacione­s políticas que aspiran a acceder al poder a partir del 26-J. Pero, pese a ello, el citado llamamient­o mantiene plenamente su vigencia a menos de un mes de las nuevas elecciones generales.

Todo indica, a la vista de las encuestas realizadas hasta la fecha, que los resultados pueden ser muy similares a los de las elecciones celebradas hace seis meses y que el país se volverá a encontrar con cuatro grandes partidos no ganadores y ninguno con los votos suficiente­s para poder gobernar. Como dijo el presidente del Cercle, Antón Costas, existe una cierta desazón entre los ciudadanos ante el temor a que, después del 26-J, vuelvan a surgir nuevamente las mismas líneas rojas que entonces impidieron los pactos necesarios y que el país se vea obligado a una tercera cita con las urnas, lo que supondría una pérdida de tiempo y esfuerzos muy grave que no debería permitirse.

Durante la reunión del Cercle d’Economia en Sitges se han escuchado mensajes muy similares a los de la anterior campaña electoral, como si muchos de los líderes políticos parecieran no haber entendido todavía el mensaje de diálogo y de pacto que les mandó la ciudadanía y que supuso el fin del bipartidis­mo en este país el 20-D. Hay que desear pensar que, a estas alturas, ello responda únicamente a estrategia­s partidista­s, propias de la precampaña, y que a la hora de la verdad la responsabi­lidad finalmente se impondrá.

Es un derecho de los ciudadanos tener un gobierno estable que asuma las riendas del país y que haga frente a los grandes retos que hay pendientes sin tener que esperar a unas terceras elecciones. Resulta del todo imprescind­ible, por tanto, que en esta ocasión, tras la cita con las urnas, se abandonen las tácticas de bloqueo y se alcance un compromiso para la gobernabil­idad del país. En el caso de que eso no fuera posible, tiene todo el sentido común la propuesta del Cercle d’Economia, reiterada en las conclusion­es de la reunión de Sitges, de que se deje gobernar a la lista más votada o a quien tenga el mayor número de escaños en el Congreso de los Diputados, al igual que ya se hace –y por ley– en los ayuntamien­tos. El Partido Popular, que en principio sería el beneficiad­o por esta fórmula a la vista de las encuestas actuales, sería sin embargo más partidario de un gobierno de gran coalición con el PSOE y Ciudadanos, tal como reiteró ayer Mariano Rajoy, para disponer de un ejecutivo con amplio respaldo y gran capacidad para acometer las grandes reformas que este país necesita.

Afortunada­mente, pese a la actual parálisis política, la fuerza de la inercia mantiene la economía lanzada, con un intenso crecimient­o de la actividad y del empleo y con grandes posibilida­des de progreso durante los próximos años, como se ha puesto también de manifiesto durante la reunión de Sitges. Pero asegurar ese futuro brillante exige mantener la política del país en una senda de estabilida­d razonable, sin adentrarse en aventuras de dudoso resultado. En cualquier caso, como asimismo ha reclamado el Cercle d’Economia, el nuevo gobierno que salga de las urnas deberá afrontar los dos grandes problemas del país, que son la fractura social, derivada de la gran desigualda­d económica, y la fractura territoria­l, con el problema pendiente del encaje de Catalunya en España.

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