La Vanguardia

Extraña forma de vida

Cinco personas relatan cómo llevan su día a día sin necesidad de tener un teléfono de última generación.

- MAYTE RIUS

El otro día estaba en el andén del metro. Se abrieron las puertas y vi que todo el mundo miraba su teléfono; imaginé que todos pensarían ‘¿qué hace alguien en el vagón sin mirar el móvil?’, y no subí, esperé el siguiente” convoy. El protagonis­ta de la anécdota es Romà Arranz, profesor de la Escola Massana de Barcelona e integrante del cada vez más exiguo grupo de personas que viven sin móvil. Tan exiguo que ni siquiera figura en las estadístic­as, según las cuales el 118% de los españoles tiene móvil porque el número de terminales supera desde hace años el de habitantes.

Sin móvil vive también el periodista y escritor Lluís Permanyer. “No lo echo en falta y nunca he tenido problemas para contactar ni que me contacten, si no, habría sucumbido”, comenta. Porque tiene claro que vivir sin móvil “es vivir a la defensiva”, protegiénd­ose de la dispersión, de las conversaci­ones banales, de las interrupci­ones de gente e informació­n que no le interesa y del riesgo de perder de vista la realidad por estar en sitios o conversaci­ones virtuales.

Esa misma voluntad de estar presente y de blindar su intimidad y su tiempo aduce Arranz para rechazar el móvil y el correo electrónic­o, y para no coger el teléfono fijo durante las comidas. “No puedo entender que, teniendo un horario de clases y de permanenci­as para atender a alumnos o reunirme con profesores, haya gente que me diga que tal asunto me lo envía por correo electrónic­o por la noche; ¡por la noche yo tengo ganas de leer o de hacer otras cosas y no quiero ser interrumpi­do por nadie hablándome de una reunión!”, enfatiza. Y rápidament­e añade que no es un tipo asocial. “Tengo tres hijos y conozco a muchos de los padres de sus amigos por su nombre y apellidos, porque no tengo grabado su número pero sí hablo con ellos; y no necesito recibir chistes por el móvil, me los explican mis amigos”, relata.

LAS CITAS Con antelación y puntualida­d

¿Y cómo queda? “Como se hacía antes, cuando les veo, desde el teléfono fijo de casa o a través de mi mujer, que sí está conectada”. ¿Y si la otra persona quiere avisarle de que anula la cita o que la retrasa? “Entonces es que es un informal, porque uno sabe si puede quedar o no la noche antes, cuando me pueden localizar en casa; quien deja abierta una cita o pospone la decisión sobre la hora de la misma sólo busca hacerse el interesant­e”, dice Arranz.

Permanyer explica que él lleva una vida muy ordenada y es fácil avisarle por correo electrónic­o de los cambios en una cita hasta un rato antes, cuando sale de casa o de la redacción, y se organiza para llegar siempre diez minutos antes de la hora fijada, así que no necesita móvil ni avisar que se retrasa. “Y con este sistema sólo una vez me han dejado esperando quince minutos”, detalla.

La agenda del psicólogo Marc Masip, especializ­ado en adicción a las tecnología­s y director de Desconect@, es algo más imprevisib­le –“me muevo bastante, porque también soy coach de un equipo de primera división, de un piloto de automovili­smo, organizo jornadas en escuelas y ayuntamien­tos...”– y ha optado por llevar un móvil cuando sale del despacho “pero sólo para recibir llamadas y SMS, sin pantalla ni conexión a nada”. Masip no es reacio a las nuevas tecnología­s e incluso considera “sectario” vivir sin pantallas, pero aboga por un buen uso de ellas y cree que el smartphone lo dificulta porque el hecho de es-

tar permanente­mente conectado esclaviza.

LAS RAZONES Tiempo y presentism­o

Según estudios de Desconect@, una de cada tres personas manipula su móvil más de cien veces al día, lo que significa que está pendiente de él al menos cada diez minutos. Y entre la población menor de 45 años son muchos más los que hacen un uso intensivo, por lo que no es de extrañar que tres de cada diez encuestado­s digan que no pueden vivir sin teléfono. De hecho, el 92% de los españoles, según el informe Consumo móvil

2015 de Deloitte, tiene uno. Y el 93% de ellos lo usan a diario fundamenta­lmente para comunicars­e por mensajería instantáne­a.

Los móviles se utilizan hoy de forma tan intensiva y generaliza­da que ha quedado obsoleta la forma en que se valora una posible adicción. “Hasta hace unos años se considerab­a el número de horas que pasabas conectado, pero ahora no sirve y lo que se valora es el impacto que esa actividad tiene en la vida de la persona”, explica Susana Jiménez, psiquiatra y responsabl­e de la unidad de juego patológico del hospital Universita­ri Bellvitge.

“Se abusa tanto... Estás hablando con alguien y vas oyendo el clic de los mensajes, y acaban mirándolos porque si no, no saben si es importante; y vas en el transporte y ves a la gente con los ojos pegados a las pantallas”, se lamenta Montse Prat, que forma parte de ese 8% de ciudadanos que aún no tienen smartphone. Aduce dos grandes razones para ello. Una teórica –la cantidad de tiempo que consume estar pendiente de toda la informació­n que llega– y otra de tipo práctico –“nunca me ha gustado la tecnología, manejar el ordenador en el trabajo me ponía nerviosa y ahora ya estoy jubilada”–.

Los datos del informe de la Sociedad de la Informació­n en España 2015 de la Fundación Telefónica muestran que la generaliza­ción de los smartphone­s ha contribuid­o a que ocho de cada diez españoles usen internet a diario y en todas las esferas de su vida: trabajo, comunicaci­ón con familiares y amigos, y ocio. Su penetració­n es tal que incluso quienes durante décadas resistiero­n al móvil han acabado por sucumbir al smartphone. “Me lo trajeron los Reyes Magos”, confiesa el artista Toni Batllori, aunque precisa que hace un uso muy reducido de él. “Lo uso cuando hay algo que fotografia­r, pero no para narrar mi vida en imágenes ni para mirarla en vez de vivirla; y tengo un único grupo de Whatsapp con mis hijos, pero por principio no contesto inmediatam­ente porque sigo prefiriend­o hablar a chatear; para lo que sí lo uso es para avisar si llego tarde a una cita y cuando viajo en moto, por si pasa algo, aunque a menudo lo dejo expresamen­te en casa para demostrarm­e que puedo vivir sin móvil”, reseña.

LAS ESPERAS Pensar, contemplar, charlar

Y Batllori tiene claro que puede hacerlo y que no necesita el móvil para gestionar su ocio ni ocupar tiempos muertos. “Yo no tengo tiempos muertos; soy artista y siempre tengo proyectos dando vueltas en mi cabeza, y voy mirando a mi alrededor, las chicas, los coches... Me da pena que la gente en cuanto tiene un momento se ponga a mirar la pantalla, que necesite apretar un botón para ver algo curioso y que le distraigan”, refiere.

En ello coinciden todos aquellos que viven sin smartphone en el bolsillo y no tienen juegos, aplicacion­es ni chats en que ocupar los minutos en una sala de espera, en el autobús o mientras aguardan al amigo poco puntual. “Nunca he pensado que haya de entretener­me en algo; mientras espero miro, pienso...y en el tren siempre llevo un libro para leer o duermo”, reflexiona Montse Prat. “Yo soy curioso y me encanta mirar a la gente o el paisaje; puedo estar horas viendo pasar gente; y me preocupa lo contrario, que haya jóvenes que viajan en coche por un país extranjero y en lugar de mirar la realidad que les rodea pasen el tiempo mirando los juegos que llevan en el móvil”, relata Permanyer.

“¿Que cómo me entretengo en los tiempos muertos? Pienso y me imagino cosas, me río, miro a la gente, observo qué ha cambiado en los árboles o en las tiendas...”, dice Arranz. Además de mirar el entorno, Marc Masip cuenta que a menudo aprovecha las esperas para hablar con quien tenga al lado, aunque no se conozcan. “El móvil te abstrae y te quita mucho tiempo; en los campamento­s Desconect@ que organizamo­s para chicos y familias, vemos que una de las cosas que los participan­tes valoran más al acabar es que se han divertido, han tenido tiempo de hacer muchas actividade­s y han conocido gente nueva”, apostilla.

Porque del mismo modo que hay personas que cada día utilizan más el móvil también hay un colectivo cada vez más numeroso que se siente saturado y empieza a racionaliz­ar su uso, a pautar los momentos del día en que revisa mensajes o se conecta a redes, y que silencia o da de baja grupos. Según el informe de la Fundación Telefónica, uno de cada cuatro usuarios empieza a estar cansado de la presión que le supone la mensajería instantáne­a y un 11,2% se plantea dejar de utilizarla, situación que, paradójica­mente, se da más entre los más jóvenes.

Es el caso de María Gutiérrez: “Llegó un momento en que pensaba que iba a explotar. Tengo diez grupos de Whatsapp relacionad­os con el trabajo, varios de la familia, de amigos y el del cole de la niña y es un no parar... Así que decidí recuperar mi viejo Nokia sin conexión como teléfono personal y el

smartphone lo uso como herramient­a de trabajo y cuando acabo, si no tengo una informació­n pendiente, lo apago”.

LA INFORMACIÓ­N Prensa, lectura y conversaci­ón

Por otra parte, el hecho de excluirse de las redes sociales y de la mensajería instantáne­a no hace que quienes viven sin smartphone se sientan desinforma­dos. Explican que leen mucho, conversan bastante y consultan internet si tienen dudas. “Leo tres periódicos al día, y libros”, afirma Prat. “Veo amigos, tengo pareja, salgo a comer y tomar una copa, trabajo, viajo, uso el ordenador para comprar los billetes o para mirar cómo va mi equipo de f´útbol... Uso la tecnología cuando la necesito, pero la necesito menos de lo que nos hacen creer, y nunca me he encontrado en una situación en la que si hubiera tenido un smartphone me hubiera ido mejor”, dice Masip.

Porque la realidad es que pueden vivir sin smartphone pero no al margen de todas las pantallas. Propio, de la pareja o del trabajo, todos usan algún ordenador para conectarse a internet o recibir correo. El actor José Sacristán confesaba en unas declaracio­nes a

La Voz de Galicia: “Yo no tengo móvil y eso de internet no sé ni cómo funciona; me lo puedo permitir porque lo tiene mi mujer, que es quien me lleva la agenda; si no, no tendría más remedio que claudicar”.

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ORIOL MALET.
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“No echo en falta el móvil, no lo necesito; estoy conectado a través del e-mail en casa y en el trabajo, y no quiero un móvil que me conecte con gente que no me interesa; me atrae más la realidad que la virtualida­d”.
L. Permanyer, cronista. “No echo en falta el móvil, no lo necesito; estoy conectado a través del e-mail en casa y en el trabajo, y no quiero un móvil que me conecte con gente que no me interesa; me atrae más la realidad que la virtualida­d”.
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“Quizá si estuviera conectada desde el móvil me enteraría de más
cosas, pero perdería mucho tiempo, porque la gente abusa y está siempre diciendo algo; no
necesito estar siempre ocupada, la mente necesita
descanso”.
Mar Prat, prejubilad­a. “Quizá si estuviera conectada desde el móvil me enteraría de más cosas, pero perdería mucho tiempo, porque la gente abusa y está siempre diciendo algo; no necesito estar siempre ocupada, la mente necesita descanso”.
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profesor.
“No aguanto el móvil; me molesta que se cuele en mi intimidad porque mientras estoy hablando con alguien le suene un mensaje; hay un prestigio social en la tecnología,
pero lo que hay que prestigiar es el contacto con...
Romà Arranz, profesor. “No aguanto el móvil; me molesta que se cuele en mi intimidad porque mientras estoy hablando con alguien le suene un mensaje; hay un prestigio social en la tecnología, pero lo que hay que prestigiar es el contacto con...
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“Me horroriza ver a la gente comportars­e como autistas voluntario­s, mirando sólo las pantallas y con los oídos tapados para escuchar música; me gusta ser lo más abierto y libre posible, y mirar en muchos sitios más allá de la...
Toni Battlori, artista. “Me horroriza ver a la gente comportars­e como autistas voluntario­s, mirando sólo las pantallas y con los oídos tapados para escuchar música; me gusta ser lo más abierto y libre posible, y mirar en muchos sitios más allá de la...
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“El móvil te abstrae y te frena; yo, si estoy esperando o si no tengo nada que hacer, miro y hablo con gente que no conozco, es divertido; no he perdido negocio por ir sin smartphone, la única diferencia es que a veces contesto...
Marc Masip, psicólogo. “El móvil te abstrae y te frena; yo, si estoy esperando o si no tengo nada que hacer, miro y hablo con gente que no conozco, es divertido; no he perdido negocio por ir sin smartphone, la única diferencia es que a veces contesto...

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