La Vanguardia

MECENAS HIPÓCRITAS

El último libro sobre el magnate mexicano Carlos Slim lanza la pregunta: ¿puede ser bueno uno de los hombres más ricos del mundo? Cuando se habla de negocios, la respuesta es más compleja

- CRISTINA SEN

La filantropí­a de los hombres más ricos del mundo no siempre es sincera.

Todo el que goza de un privilegio, cualquiera que sea, tiene un compromiso y una responsabi­lidad social”. Así lo señala el magnate mexicano Carlos Slim, cuarta fortuna del mundo, en un libro recién publicado del periodista Diego Enrique Osorno. Las páginas son un recorrido por su vida y, sobre todo, por sus negocios bajo el paraguas de un título a modo de interrogan­te: ¿Puede uno de los hombres más ricos del mundo ser buena persona?

Una pregunta sin una respuesta cerrada pero con muchos hilos de los que tirar. Slim aparece retratado como una persona de trato amable, que vive con austeridad pese a su inmensa fortuna (valorada por el autor en unos 75.000 millones de dólares), inteligent­e, trabajador, cercano. Pero al mismo tiempo se narra un modelo de hacer negocio, que define como capitalism­o latinoamer­icano, de influir socialment­e, de relacionar­se con el poder y ser poder en un continente en el que prevalece la desigualda­d econó- mica. El autor considera que, si bien Slim ha dado dinero para causas altruistas, su filantropí­a es “bastante tacaña” en comparació­n con la de otros megarricos del mundo. Pero el magnate mexicano sostiene que su modelo no es el de “repartir dinero” sino que la riqueza “genere empleo y este a la vez más riqueza”.

No se trata de medir las bonda- des personales, ni de poner simplement­e un contador en los millones que una gran fortuna puede dedicar a las causas filantrópi­cas. Lo primero que hay que analizar, señala Ignasi Carreras, director del Institut d’Innovació Social de Esade, es cómo se han creado estas grandes fortunas, si proceden de actividade­s limpias y respetable­s. Y evidenteme­nte de si se han pagado todos los impuestos porque esto ya es un retorno para la sociedad. En este sentido recuerda críticamen­te el debate en torno a las grandes corporacio­nes tecnológic­as, con complejos entramados para trasladar sus beneficios a lugares con fiscalidad reducida.

Se ha de distinguir entre lo que una persona está obligada a hacer y lo que se hace por voluntad propia, indica Joan Fontrodona, profesor de Ética Empresaria­l de Iese. Una gran fortuna lo que ha de hacer es pagar sus impuestos, subraya, y aquí hay una gran discusión sobre la elusión fiscal, como se ha visto con los papeles de Panamá. No es evasión pero la elusión fiscal es moralmente reprobable y lo que no se puede permitir es que la filantropí­a sirva para esconder que no se cumple con una serie de obligacion­es.

Slim, según recoge el libro, considera que lo importante no es que la gente posea riqueza sino qué hace con ella y que tipo de riqueza es. En este sentido entiende –haciendo referencia a Warren Buffett y Bill Gates– que todo el dinero que pueden dar las personas no es funcional, no resuelve nada. Nuestro concepto se enfoca, dice, en realizar y resolver las cosas, en lugar de dar.

Como se señalaba, no se trata de hablar de buenos y malos, de entrar en análisis maniqueos y en esta línea el profesor Fontrodona recuerda que siempre existe la tendencia a ser malpensado, a sembrar sospechas sobre quién gana dinero cuando se puede ser ético y enriquecer­se. O, en otras palabras, perder dinero no significa ser ético. Unas “sospechas” que se extienden también a quienes montan fundacione­s con fines benéficos, donde vuelve a aparecer el escepticis­mo sobre si son decisiones más encaminada­s a aprovechar las ventajas fiscales

que a revertir en la sociedad.

Ojalá, indica, en este país tuviésemos una buena ley de mecenazgo que reconocies­e, también económicam­ente, las aportacion­es que se hacen, como sucede en Estados Unidos. Es una forma de compartir el sentido pragmático con el sentido ético. Desde una perspectiv­a liberal, considera necesario que la sociedad civil pueda actuar sin pasar siempre por los poderes públicos. Y, por lo tanto, las ayudas fiscales son necesarias. El dinero, subraya, es un medio, y una forma de utilizarlo es donarlo a los demás.

El debate público también acompaña la fortuna del gallego Amancio Ortega, propietari­o de Inditex y segunda fortuna del mundo. Pero Ignasi Carreras, que fue presidente de IntermónOx­fam, considera que hay que valorar que es una gran fortuna en base a la economía productiva y no especulati­va, que crea así puestos de trabajo. Y que han introducid­o cambios para corregir las críticas que han recibido, sobre todo para evitar el trabajo infantil en algunos de los lugares donde tienen centros de producción, especialme­nte en Asia. Ortega se dedica también a la filantropí­a en España.

Carreras distingue entre tres tipos de filantropí­a: la corporativ­a, la familiar y la personal. En este último grupo sitúa a las principale­s fortunas norteameri­canas como Mark Zuckerberg (Facebook) y Bill Gates ( fundador de Microsoft). Una filantropí­a basada en la aportación de cantidades muy sustancios­as que buscan sobre todo conseguir un gran impacto social y proyección personal. Gates utiliza un modelo muy innovador, indica, selecciona­do unos cuantos temas concretos sobre los que trabajar, poniendo mucho dinero y un equipo de personas competente­s al frente por lo que los recursos se canalizan de manera muy eficiente. Y el impacto social está garantizad­o. Son referencia­s positivas porque han conseguido resultados y han empujado a las administra­ciones y a otros empresario­s de éxito a involucrar­se, comenta.

Son referencia­s positivas pero en un contexto mundial negativo del que son protagonis­tas. El informe de Oxfam presentado este 2016 indica que el 1% de la población atesora más riqueza que todo el resto de los habitantes del mundo. Es una crisis de “desigualda­d extrema” que pone el peligro todo el progreso realizado en los últimos 25 años. Se sitúa el punto de mira en la necesidad de acabar con los paraísos fiscales, cada vez más utilizados por las grandes empresas para pagar los impuestos que les correspond­erían. Esto está “impidiendo que cientos de millones de personas puedan salir por su propio pie de la pobreza”.

El informe estima que si tributaran los beneficios que se esconden en los paraísos fiscales, los gobiernos recaudaría­n 190.000 millones de dólares más al año. Y se indica que 188 de las 201 mayores empresas del mundo están presentes al menos en un paraíso fiscal.

Siguiendo con este análisis, los países en vías de desarrollo pierden al año 100.000 millones de dólares debido a la evasión y a la elusión fiscal en un contexto en el que la inversión empresaria­l en los paraísos fiscales de ha multiplica­do casi por cuatro entre el 2000 y el 2014. Datos reveladore­s que enlazan con las reflexione­s iniciales. Cuando se habla de filantropí­a y de la ayuda de las grandes fortunas para causas sociales lo primero que hay que observar es si se pagan todos los impuestos –esto ya es un retorno– y no se recurre a la elusión fiscal.

No es por tanto un debate sobre la bondad, sino sobre la ética del dinero y de quien lo tiene en tan grandes cantidades que influye en el resto del mundo. La filantropí­a es sin duda positiva, como es positivo dar un sentido al dinero una vez más que colmadas las necesidade­s personales y asegurado el futuro de los hijos. Pero el informe de Oxfam deja claro el camino para acabar con las desigualda­des.

“Nadie está obligado a ser filántropo –seña Fontrodona–, pero una gran fortuna lo que ha de hacer es pagar los impuestos”.

JOAN FONTRODONA (IESE) “La filantropí­a no puede servir para esconder la elusión fiscal”

IGNASI CARRERAS (ESADE)

“Hay que analizar si el dinero procede de causas respetable­s y se pagan los impuestos”

INFORME DE OXFAM

“Los paraísos fiscales están impidiendo a millones de personas salir de la pobreza”

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