La Vanguardia

El fin de la inocencia

- Isabel Garcia Pagan

Oriol Junqueras presume de la gran disciplina y cohesión interna de su partido. ERC se mueve como un solo hombre. El líder de los republican­os fue profesor de Historia de China y Japón y ha logrado que los suyos se adapten al entorno con metodologí­a zen y disciplina samurái. Se trata de reaccionar al enemigo con espontanei­dad y sin miedo: “El que piensa pierde”.

La política es una sucesión de trances en los que siempre se debe estar alerta, pero, a diferencia de las luchas con guerreros samuráis, en la mayoría de los casos el enemigo no se oficializa públicamen­te. La prueba de la victoria no es la cabeza del contrincan­te sino verlo languidece­r electoralm­ente. Es el compás de espera en el que se encuentra el Govern. En lo que se suponía debía ser la legislatur­a preindepen­dencia, el Ejecutivo en el que conviven ese partido aún llamado Convergènc­ia y ERC se ha convertido en un compendio de compartime­ntos estancos en el que las diferencia­s se dirimen de manera salomónica. No por la ecuanimida­d de sus decisiones públicas, sino por el fuste retorcido de las columnas, más ornamental que tectónico.

El movimiento se comprueba con el proyecto de presupuest­os para el 2016. El vicepresid­ente económico abrió hace unas semanas la puerta a una subida del IRPF a las rentas altas –no a los ricos, algo que en ERC se considera un “concepto social”–. La censura inmediata del presidente de la Generalita­t condujo a un debate helicoidal en el seno del Govern que Puigdemont zanjó solemnemen­te el jueves ante el empresaria­do catalán. El compromiso unánime de la coalición electoral pasaba por priorizar la bajada de impuestos, “especialme­nte a las rentas bajas”, y no hay más debate que valga. Hasta que la CUP ponga precio preciso a sus diez votos para superar el primer round de las enmiendas a la totalidad. Tras destapar la caja de Pandora, el vicepresid­ente se escuda en que defiende públicamen­te una rebaja del IRPF desde el 2013, cuando los presupuest­os los pintaba Andreu Mas-Colell y acumulaban impuestos para sumar el voto de ERC. Y, de paso, situaba la sospecha de la oposición para actuar en esa línea sobre las filas convergent­es.

No hay técnica zen ni obediencia samurái en Convergènc­ia. A la espera de la decisión de Artur Mas, cuentan con Carles Puigdemont, que ha vuelto a situar la presidenci­a de la Generalita­t en el aprobado. Pero no es suficiente. La refundació­n organizati­va e ideológica de CDC comporta que el discurso lo monopolice el candidato al Congreso, Francesc Homs, que busca espacio en todas direccione­s. Exige lealtad institucio­nal al independen­tismo de ERC, busca el choque frontal con el anticapita­lismo de la CUP y alimenta la confrontac­ión de modelos con la izquierda colauista.

Con la nueva campaña electoral se confirma el fin de la inocencia. Si alguna vez la hubo, en el salón Tàpies del Palau de la Generalita­t. ERC se siente menospreci­ada y CDC engañada. No hay prisa por volver a las urnas, pero los republican­os quieren ser ya el nuevo pal de paller, y los convergent­es, no perderse como una aguja en el pajar.

Esquerra quiere proclamars­e ya ‘pal de paller, y CDC, no perderse como una aguja en el pajar

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