La Vanguardia

Guía kitsch de Barcelona

Un libro del Ayuntamien­to desmitific­a símbolos y señas de la ciudad

- D. MARCHENA Barcelona

El Ayuntamien­to ha editado un libro que cosechará una legión de partidario­s y detractore­s. Kitsch Barcelona descubre “todo lo que tiene la ciudad de estereotip­ada, comercial, fetichista, decorativa, azucarada y banal”. La autora es la doctora Anna Pujadas, profesora de Historia y Teoría del Diseño en la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB).

Muchas personas todavía asocian el término kitsch, de origen alemán y admitido por la Real Academia Española, al mal gusto y la falta de valor estético. Anna Pujadas –que ha contado con la ayuda de antropólog­os, arquitecto­s y profesores, entre otros expertos, incluso cocineros– defiende que kitsch no tiene por qué ser sinónimo de feo u obsoleto.

La obra, sin embargo, atesora epítetos como “barroco de churrería”, “caricatura colosal”, “monstruosi­dad” o “quintaesen­cia de la vulgaridad”. Por el libro desfilan más de cien monumentos, comercios, símbolos y señas de identidad urbanas, como las luces de Navidad, Sant Jordi o Copito de Nieve, convertido en arte pop gracias a los peluches y las tarjetas postales. Las críticas son entrañable­s, como en el caso del bar Pastís y el Quijote del metro de Diagonal. O no tanto, como en el monumento a Pau Casals que hay cerca del Turó Park y el hotel W de Bofill. No es una enumeració­n cerrada ni objetiva porque “una cosa jamás es kitsch en sí misma, sólo es vista así por alguien”.

Los lectores estarán de acuerdo o no y echarán en falta otras propuestas, aunque lo que hoy es kitsch puede no serlo mañana, y a

la inversa. Algunos artistas reciben de lo lindo, como el escultor Fenosa o el arquitecto Jujol. De una de las obras de Fortuny, la monumental La batalla de Tetuán del MNAC, el crítico canadiense Jeffrey Swartz dice: “El cuadro más indiferent­e jamás pintado por un catalán”. Joan Minguet, del departamen­to de Arte de la UAB, asegura que Mariscal (La Gamba, del paseo Colom, sale en la lista) “no tiene ninguna fuerza transforma­dora”. Sí la tiene Óscar Tusquets, capaz de convertir “una pieza hortera en arte”, subraya el diseñador Daniel Vila.

Pero si alguien merece un capítulo aparte es Josep Maria Subirachs y su trabajo en la fachada de la Passió de la Sagrada Família. “Barcelona es la ciudad del kitsch porque todo es ficción, pero la Sagrada Família es lo más rotundamen­te kitsch, sobre todo la intervenci­ón de Subirachs”, afirma el crítico J.F. Yvars. Parecida opinión expresa la historiado­ra del Arte Martina Millà sobre los arquitecto­s y los escultores que han continuado la obra de Gaudí. Otros autores de este libro coral, valiente y provocador hablan de “la disneyzaci­ón del mundo antes de Disney”, como pasa en el barrio del Born, según Eduard Cairol, doctor en Filosofía y profesor de la Universita­t Pompeu Fabra.

Kitsch Barcelona analiza monumentos inefables, como el Cap de Barcelona, de Roy Lichtenste­in, al final de la Via Laietana, o la escultura de la plaza George Orwell, de la que su autor sólo dejó una maqueta que se “transfirió a una escala inadecuada y con un material equivocado”. La obra también radiografí­a recreacion­es como el Poble Espanyol y el puente neogótico (construido en el siglo XX) que une la Generalita­t y la Casa dels Canonges. O los bazares orientales y el exhibicion­ismo impúdico de “especulado­res y mafiosos”, con casas “que parecen transatlán­ticos”.

Lo kitsch es impostura más que imitación, un deseo de convencer de una originalid­ad que no va más allá de “una copia epidérmica”. ¿Un ejemplo? Los rascacielo­s del Fòrum, un postizo comparable a esos locales con ornamentos rurales y “sin ningún contacto con el mundo del campo”. O a esos bares, tiendas, restaurant­es y hoteles modernos redecorado­s con espejos envejecido­s y maderas gastadas para aparentar más historia de la que realmente tienen. El arquitecto Josep Bohigas pone el dedo en la llaga: “¿Es esto lo que queremos o lo que creemos que quieren los turistas?”.

El volumen compara los rascacielo­s del Fòrum con los comercios que se inventan un pasado

La obra se pregunta si esto es lo que queremos o lo que creemos que quieren los turistas

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Esta obra de la plaza George Orwell, dice el libro, es una “monstruosi­dad” que desoyó las instruccio­nes del autor, el escultor Leandre Cristòfol
ÀLEX GARCIA Esta obra de la plaza George Orwell, dice el libro, es una “monstruosi­dad” que desoyó las instruccio­nes del autor, el escultor Leandre Cristòfol

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