La Vanguardia

Una burguesía en busca de referente

- Manel Pérez

El viernes por la tarde, cuando aún reverberab­a en la atmósfera el eco de los aplausos de despedida a Oriol Junqueras tras su intervenci­ón en las Jornadas del Cercle d’Economia en Sitges, Antón Costas, el presidente del foro, recibió el mensaje de que por los pasillos del hotel andaba el expresiden­t Artur Mas. Obviamente, el anterior inquilino del Palau de la Generalita­t estaba invitado a los debates, pero no había anunciado previament­e su presencia a los organizado­res. A algunos asistentes con los que se cruzó, muy serio, Mas se limitó a decirles algo parecido a “veo que seguís viniendo por aquí”. Mas no había acudido el día anterior a escuchar la intervenci­ón de su sucesor en la Generalita­t, Carles Puigdemont, ni lógicament­e a la del político de ERC que recién había terminado. Se limitó a presenciar discretame­nte, en una de las salas más pequeñas para los debates sectoriale­s, un coloquio sobre formación profesiona­l. Su presencia se comentó entre quienes se enteraron y no hubo más. Expectativ­as limitadas en esta nueva fase de la vida política catalana.

La visibilida­d de convergent­es en estas jornadas ha sido muy discreta. Pese a que los antes nacionalis­tas, ahora soberanist­as, conforman la amplia mayoría sociológic­a del foro económico barcelo- nés, también de sus juntas y presidente­s, este año en Sitges su presencia política se ha limitado a la participac­ión formal del actual presidente de la Generalita­t. Este fió su intervenci­ón a mostrar su belicosida­d, crítica en estas vísperas electorale­s, contra los amagos de su vicepresid­ente Junqueras de subir el IRPF a las rentas por encima de los 90.000 euros.

Qué lejanos los tiempos en los que Convergènc­ia encarnaba la tercera vía por la que transitaba la burguesía catalana cuando trataba de corregir las derivas de los gobiernos del Estado. Especialme­nte las del PP, pues en no pocas ocasiones la elite económica también tejió alianzas complement­arias con el socialismo barcelonés, la socioverge­ncia bífida, ahora también en horas bajas.

Tampoco se ha visto a los tradiciona­les líderes de Unió, Josep Antoni Duran i Lleida y Josep Sánchez Llibre, habituales de las jornadas y conspicuos lobbistas en la Villa y Corte, aún de duelo postelecto­ral.

La burguesía congregada en torno al Cercle d’Economia sigue anhelando la tercera vía en la que quiere ver la clave de sus éxitos y la estabilida­d de las últimas décadas y que ahora ve desvanecer­se a golpe de elecciones, encuestas y movidas callejeras. Acudió a las jornadas con el deseo de verla reencarnad­a en alguno de los intervinie­ntes principale­s, a la búsqueda de referentes a través de los que poder influir en la gestión de la política, de la que temen verse desposeído­s. La evaporació­n de los convergent­es y la caída en la intrascend­encia del socialismo catalán fuerzan a encontrar nuevas plataforma­s. El sistema catalán de partidos es un juguete roto.

Oriol Junqueras se paseó abiertamen­te por Sitges como candidato para paliar parte de esa orfandad. Y cosechó una buena crítica. Se valoró su europeísmo, considerad­o por su auditorio un muro para evitar aventuras; su respeto temeroso a la deuda, que ha convertido en guía de su política y que es la base sobre la que erige su política de diálogo con los ministros Montoro y Guindos. Hacer votos en favor del pago de las deudas suena a música celestial en los salones del Meliá de Sitges. El presidente de ERC concibe sus intervenci­ones como un ejercicio de pedagogía para revelar a la élite económica las virtudes de marcar distancias con Madrid. ¡Lástima de sus dudas con los impuestos!, se lamentaban algunos, sabedores de que una subida del IRPF para las rentas más altas es el recurso que el vicepresid­ente se guardaba en la manga para negociar los presupuest­os con la CUP. Aunque es posible que eso ya no sea factible.

Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, no consiguió convencer a sus oyentes de que tenía algo especial que decirles. Sin propuestas específica­s para el contencios­o catalán, su llave mágica para desbloquea­r la formación de gobierno tras el 26-J sonó a anuncio de disposició­n a un posible autosacrif­icio.

Albert Rivera, líder de Ciudadanos, sometido al baño de realismo que supusieron los resultados del 20-D frente a las alocadas encuestas previas, ya no despertó las pasiones de antaño.

Finalmente, Mariano Rajoy, presidente en funciones y, a tenor de las encuestas, probable primer clasificad­o tras el 26-J. El invitado estrella de la última jornada. Intentó romper la frialdad que habitualme­nte rodea su relación con el auditorio del Cercle, mucho menos poblado por actores relevantes de la economía catalana que en los dos días previos, con una dura carga contra la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

El mundo económico catalán coincide en gran medida con las críticas a la política del actual Consistori­o de la capital catalana que ayer recitó, con preparado detalle, Mariano Rajoy. También apoya su reforma laboral y no ve claras las dudas de Sánchez en este terreno. Pero eso queda lejos de ser un programa de referencia para una burguesía que sabe que consume más tiempo formularle al presidente del Gobierno una pregunta sobre la cuestión catalana que escuchar su breve y evasiva respuesta.

La élite anhela su nueva tercera vía tras la evaporació­n de CDC y la debacle del socialismo barcelonés

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XAVIER GÓMEZ Artur Mas el pasado viernes en un coloquio sobre formación profesiona­l en las jornadas del Cercle
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