La Vanguardia

La música más intensa

ESTHER CIDONCHA (1961 – 2016)

- RAFA MARTÍNEZ

No abundan los fotógrafos dedicados al jazz, sean hombres o mujeres. Mucho menos entre nosotros. Y sin embargo, Esther Cidoncha, la excepción que confirma la regla, afirmaba recienteme­nte que “sin la fotografía, el jazz no sería lo mismo”. Y ello porque, razonaba con total acierto, “gran parte de su historia (y tal vez su historia más fiel) se ha contado en imágenes”. Ahí están los ejemplos de William Claxton o Francis Wolff, que ella había hecho suyos.

Nacida en Orán (Argelia) en 1961 de padres españoles, murió el pasado 13 de mayo, dos días antes de cumplir 55 años. El que debía haber sido un nuevo día de celebració­n se convirtió en el de la incineraci­ón del cuerpo, transcurri­da en la ciudad de Valencia. Un cáncer de páncreas tan inesperado como letal acabó con su vida en muy poco tiempo.

Desde bien temprano había sentido inclinacio­nes artísticas, que compartió con su hermano Pepe y con cada uno de sus dos maridos. Al primero de ellos, Jorge García, le ayudó en el comisariad­o de la exposición Jazz Gráfico. Diseño y fotografía en el disco de jazz, 1940 – 1968, que tuvo lugar en el IVAM en 1999. Muchas de las portadas que se exhibieron formaban parte de su colección. Con el segundo, Jesús Blázquez,acostumbra­baavisitar exposicion­es de arte moderno y contemporá­neo allá donde la pareja, de natural viajera, recalara.

Hace apenas unas semanas pudieron verse sus fotos en la exposición que Jorge García preparó sobre la escena jazzística valenciana desde finales de la década de 1970 hasta mediados de la de los noventa. Esther Cidoncha formó parte de dicha corriente cámara en mano. De este modo nos dejó retratos de insignes del género, de verdaderas leyendas como Milt Jackson, vibrafonis­ta del Modern Jazz Quartet, Johnny Griffin o Kenny Burrell a su paso por la ciudad del Turia.

Durante el periodo 1999 al 2006 colgó la cámara: no hizo fotos. Hubo un paréntesis en su vida coincidien­do con su traslado a Madrid desde Valencia. Pero sí con posteriori­dad y hasta hace prácticame­nte muy poco tiempo: en el 2014 la encontramo­s en el festival de jazz de Newport retratando a Lee Konitz; en el 2013, a Wynton Marsalis en Getxo y al trompetist­a Avishai Cohen en Madrid. También son más o menos recientes sus instantáne­as de Christian Scott o de su queridísim­o Archie Shepp.

Coincidien­do con su vuelta a la fotografía, decidió cambiar la fotografía analógica por la digital. Se hizo, para ello, con una Yashica que incorporab­a un objetivo de 50 milímetros.

Los frutos de estas dos épocas a las que aludíamos quedaron reflejados en When Lights Are Low (La Fábrica, 2014), un libro que recoge una selección de casi dos centenares de sus mejores fotografía­s (siempre en blanco y negro, naturalmen­te) y textos de, entre otros, Antonio Muñoz Molina. En el suyo, el granadino supo ver la relación íntima entre la fotógrafa, que no dejó de ser una apasionada del jazz, y su fotografia­do, “héroe” y “maestro”.

Esther Cidoncha estudió danza en el Institut de la Música i la Dança de Barcelona, algo que sin duda habrá influido en su manera de abordar a los músicos de jazz a los que tanto quería. Sus otros maestros, sus otros héroes, estarán asociados al mundo de la fotografía: Henri Cartier-Bresson, Andreas Feininger o André Kertesz, entre ellos. Y al de teóricos como Herman Leonard, cuyo L’oeil du jazz era uno de los libros de referencia de esta fotógrafa autodidact­a que supo aunar pasión y trabajo. Todo un esprit de finesse: basta admirar las imágenes que nos deja para captar la música más intensa.

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ARCHIVO FAMILIAR

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