No expliquéis tantas cosas
En el principio fueron las huellas digitales. Desde finales del siglo XIX han sido el método ideal para detectar a quien ha cometido un delito o un crimen. Más recientemente se han añadido las pruebas de ADN. Pero, como muchos delincuentes tienen una obsesión enfermiza por llenarse el cuerpo de tatuajes, las autoridades, que no se chupan el dedo, consideran que son otra fuente de información valiosa. Quien se lo ha tomado más en serio es –¿cómo no?– el FBI, que, junto con un grupo de científicos del Instituto Nacional de Normas y Tecnología norteamericano, ha desarrollado un método para reconocer personas y calcular sus intenciones por medio de sus tatuajes. Ya no se trata sólo de identificar a un sospechoso por una foto o una grabación en la que aparezca uno de sus tatuajes, sino –este es el avance importante– de estar al corriente de qué ideología tiene y prever qué delitos puede cometer en el futuro.
Yo he visto gente con la cara del Che Guevara tatuada en el antebrazo, y gente con las Torres Gemelas de Nueva York (y con la A dentro de una circunferencia,
Se trata de una tecnología para prever las intenciones de la personas por medio de los tatuajes
y con una cruz, y con la cara de Franco). He visto personas con la estelada en el pecho y personas con la bandera española, unos con la constitucional y otros con la del pollo. Tengo un conocido que luce una enorme Virgen de Montserrat tatuada en un muslo, y conozco a una chica que lleva sobre la teta izquierda una frase de Paulo Coelho. ¿Qué nos dicen todos estos tatuajes sobre el comportamiento futuro de esas personas? Quizá no mucho pero posiblemente muchísimo. La tecnología que el FBI ha creado la han probado con reclusos de las prisiones estatales y federales y, como durante las pruebas no les avisaron de que los estaban utilizando como conejillos de Indias, muchos ciudadanos advierten de que este método puede comportar un nuevo recorte de libertades; en este caso, la libertad de llevar en tu cuerpo el tatuaje que quieras, sin que a nadie deba importarle. Pero cuando ves que tal concejal de Cardedeu lleva un águila nazi tatuada en el brazo o te cruzas con un individuo con la esvástica en el tobillo, es inevitable preguntarte qué debe correr por el cerebro de esos bípedos. ¿Y por el de la chica con la frase de Paulo Coelho en la teta? No quiero ni imaginar su vacuidad. Dice el FBI que los tatuajes son “una fuente inagotable de datos”, que permiten intuir “afiliaciones a bandas criminales, subculturas, creencias religiosas, rituales o ideologías políticas”, y es evidente que es así. Por eso me sorprenden los que llevan tatuajes y protestan por el hecho de que las policías y los servicios de inteligencia obtengan de ellos información significativa. Nadie te obliga a convertir tu cuerpo en un carnet de identidad que aporta más detalles sobre ti que tu propio DNI. Entonces, ¿de qué se quejan, si son ellos mismos los que dan un montón de datos sobre lo que su cabeza cavila? Y sin que nadie se los haya pedido.