La Vanguardia

El Mediterrán­eo es atraso (dicen)

- Joaquín Luna

Aquién no le gustaría cenar a las ocho de la noche, rodeado de una familia fotogénica, frente a comida saludable –nada, percebes hervidos, guisantes del Maresme y cuatro lonchas de jamón del caro– y ser muy, muy feliz? A mí. Catalonia is not Spain? It’s Norway! El Consell Assessor per a la Reforma Horària (CARH) presenta esta semana en sociedad “la europeizac­ión horaria” de Catalunya. El objetivo es saludable, sostenible y sencillo: comer en media hora, salir antes del trabajo y acostarnos pronto, virtudes del norte de Europa que, al parecer, es la única Europa digna del nombre.

¡Qué optimismo tan admirable el del Parlament! ¡Legislar los horarios con el panorama laboral y comercial que tenemos! Supongo, as usual, que basta con tener ilusión. Hoy en día, el que se muere antes de los 80 es porque le da la gana y quien no es feliz sólo tiene que comprar un gato o apuntarse a un taller para el crecimient­o del espíritu, la mente o el cipote.

Mira que nos gusta sacrificar la mediterran­eidad en favor de la homogeneid­ad anglosajon­a... Tenemos las mismas tiendas en Vic y en Oslo. Las

¿Nuevos horarios? Usted tendrá que correr aún más para recoger antes a los niños de la escuela...

mismas tiendas y las mismas caras aburridas porque nos hacen creer que ser felices está chupado y sólo es cuestión de algún detalle pendiente: un nuevo Estado, una nueva vida, una nueva dieta.

La última quimera es legislar nuevos horarios –nada de que la gente se organice sus horarios libremente–, inspirados en Noruega, Suecia o las Feroe, cuyos habitantes son más felices que españoles, griegos o italianos.

¿Hay algo más triste que almorzar en media horita? Porque en 30 minutos se acaba comiendo plástico, envuelto en plástico y con sabor a plástico... Muchos países desarrolla­dos comen en media hora: todos carecen de cocina, una de las últimas señas de identidad del Mediterrán­eo.

Yo no tengo prisa en “ganar tiempo” y alcanzar la revolución horaria que insinúa el Parlament, con sus bondades sobre el papel, tan ajenas a la realidad. Sacralizar y encorsetar los horarios ampliará el foso entre quienes tienen empleo fijo –con sus derechos– y los desgraciad­os obligados a aceptar horarios irregulare­s, fines de semana incluidos, propios de los tiempos.

¡Seremos Europa! Ya somos Europa y lo somos mucho antes que en el Báltico. A falta de sueldos, viviendas y coches alemanes, Catalunya quiere implantar horarios alemanes, acabar con el adulterio de primera hora de la tarde y remarcar nuestra rabiosa modernidad frente a los “vecinos” españoles, tan anacrónico­s.

A quienes seguro que beneficiar­ía la reforma es a los funcionari­os. Ellos serán los elegidos y mucho me temo que usted tendrá que correr aún más para recoger antes a los niños del cole. Un traje a medida para profesores, conductore­s de autobuses, inspectore­s de Hacienda (propia), embajadore­s...

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