La Vanguardia

Una cama con vistas

Un balcón de la plaza Reial estrena un nuevo éxito de los ‘actores’ de ‘Resacón en Barcelona’, ‘El turista accidentad­o’ y ‘Aquí no hay quien duerma’

- DOMINGO MARCHENA Barcelona

Al pintor, dibujante, historieti­sta y fotógrafo Nazario le pasa como al replicante de Blade Runner. Ha visto cosas que vosotros no creeríais. Y sin salir de casa. Desde su ventana, en una esquina de la plaza Reial, su plaza, ha hecho miles y miles de fotos.

Una de las últimas es la de esta crónica. Decía García Márquez que el realismo mágico en el Caribe era realidad a secas. Lo mismo podría decir uno de los padres del cómic undergroun­d español, activista gay y autor de obras contracult­urales como Alí Babá y los 40 maricones. El sábado se asomó a la ventana y vio a un turista durmiendo en el balcón de un hotel.

Nada extraordin­ario en la Barcelona de los sombreros mexicanos, las despedidas de soltero, los apartament­os ilegales y el top manta. Nada extraordin­ario en la Barcelona de las rutas nocturnas de bares, las parejas que se conocen (en sentido bíblico) en el metro y las pancartas de “Prou soroll” y “Volem dormir”.

¿Nada extraordin­ario? Sí, el domingo no era un turista, sino un trío casto el que hizo caso a Martha Gellhorn, la autora de Cinco viajes al infierno (Altaïr): “Viajar permite conocer estrechame­nte a las personas”.

El hotel de marras, completame­nte ajeno e ignorante de esta variedad de balconing, se anuncia así: “Habitacion­es equipadas con baño completo, teléfono y televisión. Algunas, con una magnífica vista sobre la plaza Reial”. No se sabe si pernoctaro­n al raso para disfrutar al máximo de esas vistas o por otros motivos. Ya no se les puede preguntar porque formaban parte de un grupo centroeuro­peo que se fue aquel mismo día.

Lo más sorprenden­te es que la habitación era quíntuple, es decir, con camas de sobra. “Y prefiriero­n dormir más apretados que en un sarcófago”, dice Nazario. ¿Calor? ¿Intoleranc­ia o problemas con el aire acondicion­ado?

Tampoco nunca se sabrá si abandonaro­n el hotel como Jules y Jim, de Henri-Pierre Roché, o “con el premio a la pasión, al amor alcanzado”, como los personajes de Una habitación con vistas, de E.M. Forster. Y si esa pasión era como la de lady Lucy Honeychurc­h y George Emerson, o como la del héroe de la novela póstuma de este escritor, Maurice. Lo único seguro es que los tres se fueron del hotel como se fueron de la pensión Bertolini de Florencia las criaturas literarias de Forster, con la certeza de que “su juventud los envolvía”.

Nazario ha sido testigo desde su ventana de los últimos 40 años de historia. De los tiempos flamígeros (literalmen­te flamígeros, ¡ay!, para su amigo Ocaña, a quien la plaza Reial aún añora) a la eclosión del turismo que nos ha enseñado el significad­o de barbarismo­s como gentrifica­ción y el riesgo de que barrios como el Born o la Barcelonet­a se conviertan en parques temáticos. El artista ha plasmado esa transforma­ción en declaracio­nes de amor y exposicion­es fotográfic­as, como Desde mi ventana veo crecer las palmeras, o cómics, como Plaza Real safari. Fueran cuales fueran sus motivos, los tres jóvenes propiciaro­n que Nazario ejerciera otra de sus vocaciones, la de voyeur y cronista de una plaza. Su plaza.

Nunca se sabrá si su pasión fue como la de los personajes de Forster en la pensión Bertolini de Florencia

 ?? NAZARIO ?? “Su juventud los envolvía”, dice el novelista E.M. Forster (en la foto, un balcón de la plaza Reial)
NAZARIO “Su juventud los envolvía”, dice el novelista E.M. Forster (en la foto, un balcón de la plaza Reial)

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