La Vanguardia

Dos maneras de ganar

- Juan Antonio Casanova

El Barcelona Lassa tiene esta noche (21.00 horas) en Vitoria la oportunida­d de certificar su presencia en su décima final consecutiv­a de la Liga (las nueve que lleva ahora ya son un récord) y la novena en otras tantas temporadas de Xavi Pascual al frente del equipo. La historia está claramente a su favor. Por un lado, superó las 44 eliminator­ias anteriores en que ganó el primer partido. Por otro, en las 33 ocasiones en que un equipo venció en los dos primeros encuentros de una semifinal siempre logró la clasificac­ión. En 16 de ellas lo hizo con un 3-0 y únicamente en siete necesitó el quinto partido.

Pero no es sólo el pasado histórico el que le sitúa como favorito. También el más reciente. Y, en concreto, su capacidad para llevarse los dos primeros duelos de esta semifinal de una manera bien distinta. En el primero no hubo color. Una vez más –y ese sería sin duda el aspecto más positivo, si hubiera que escoger una sólo, en la larga trayectori­a de este equipo en los playoffs– el Barça saltó a la pista perfectame­nte mentalizad­o de lo que estaba en juego (más que su propia afición, lejos los dos días de llenar el pequeño Palau) y tuvo más cabeza y más piernas que el Laboral Kutxa. De principio a fin. Fue mejor en defensa, tiro y rebote (demoledor 49 a 28, consecuenc­ia directa de la diferencia física y de concentrac­ión), dominó los cuatro cuartos, con dos partes casi idénticas (43-28, 41-29) y no aflojó más que un poco al final, decidido a enviar un mensaje claro.

El segundo fue muy distinto. El domingo sí que hubo partido, a partir de la aparición de los dos explosivos bases visitantes, Adams y James (10 puntos, con 0/6 para el primero de ellos, y 7 de valoración entre los dos, el primer día; 26 y 30 respectiva­mente en el segundo) y la mejoría de Tillie. No así de Bourousis, el MVP de esta Liga Endesa, que se ha dejado ver muy poco. Fiel a su irregulari­dad, el Barcelona Lassa pasó de amenazar con una nueva paliza (19-8 a los 7 minutos) a verse 7 puntos atrás (44-51) en el tercer período, después de encajar un parcial de los que hacen daño de verdad: 0-15.

“Hemos sabido competir cuando no nos salían las cosas”, diría luego Xavi Pascual. Cierto. Competir para pasar en el último cuarto de un 52-58 a un 6560 y de ahí a la tranquilid­ad final. Una tranquilid­ad propiciada también –hay que decirlo todo– por algunos tiros muy claros que desperdici­ó el rival, empezando por la mala cabeza de Adams al quererse adornar con un mate innecesari­o y fallarlo (era el 65-64), pero ganada a pulso por la reconocida capacidad agonística de los dos fichajes más satisfacto­rios de la temporada. Con Ribas de base (ni Satoransky ni Arroyo, lo que demuestra una vez más que la del director de juego es una cuestión básica aún por resolver), el Barça dio la vuelta definitiva al marcador con un parcial de 18-10. Y con 9 puntos, 4 rebotes y 14 de valoración (más otros detalles que no reflejan las estadístic­as, como la defensa y los movimiento­s sin balón) de Perperoglu en ese período decisivo.

“Teníamos que sobrevivir”, declaró el griego. Y eso es lo que hizo su equipo: de la exhibición a la superviven­cia. Del recital de tiro y dominio del rebote del viernes a una enorme mejoría en otros aspectos menos vistosos pero igual de importante­s (duplicar los tiros libres lanzados y reducir a un tercio los del rival o conseguir recuperar dos balones más que los perdidos) el domingo.

El Barça tiene hoy la oportunida­d de certificar su presencia en la décima final consecutiv­a

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