Demasiados empleos
Desde aquel “crearemos 800.000 puestos de trabajo”, que impulsó la campaña de Felipe González a la Moncloa en 1982, la creación de empleo ha sido la prioridad de todos los gobiernos españoles. Parece razonable, dado que, a pesar de los sacrificios que la población ha asumido en aras a ese objetivo, España ha seguido sufriendo un problema gravísimo de paro: si en 1982 la tasa era del 16%, ahora es del 21%, y, en medio, sólo ha bajado de aquel 16% entre 1999 y 2008.
En consecuencia, se siguen proponiendo todo tipo de “reformas” para crear empleo: flexibilizar (más) las relaciones laborales, reducir las contribuciones a la Seguridad Social, bajar los impuestos, obra pública, Barcelona Worlds, derogar la moratoria de hoteles...
De una manera u otra, todo ello ya se ha estado haciendo, y desde antes de 1982, sin éxito. ¿Por qué? Porque el problema de España no es que no cree suficientes puestos de trabajo. Crea más que los que necesita. El problema es que, obsesionados por crear tantos, los creamos de cualquier manera, y no nos valen.
Consideremos el caso de Catalunya, muy representativa de los malos españoles.
Hace 14 años (2002 es el primero con estadísticas suficientemente detalladas), trabajaban en Catalunya 2,83 millones de personas, y la tasa de desempleo era de poco más del 10%; elevadísima pero menguante. Teniendo en cuenta que la natalidad había
España crea más puestos de trabajo que los que necesita, pero los crea de cualquier manera y no nos valen
caído en picado a partir de 1975, podemos calcular que ahora tendríamos un 4% de paro, y estaríamos, pues, en pleno empleo, si hubiera 74.000 puestos de trabajo más que entonces. Como la tasa de paro supera el 17%, debemos concluir que no se han creado aquellos 74.000 puestos de trabajo.
Error. En realidad, ahora trabajan en Catalunya 301.000 personas más que hace 14 años. Un crecimiento excepcional en el panorama europeo. Y con una brutal crisis de por medio.
¿Qué ha pasado? Que de aquellos 301.000, 276.000 han sido ocupados por inmigrantes.
¿Por qué? Porque nuestros hijos, en general, han estudiado y, en cambio, la mayor parte de los puestos de trabajo que hemos creado son tan poco cualificados que se adaptan mucho mejor a las aptitudes y las actitudes de los inmigrantes. No tenemos paro porque tengamos inmigrantes, sino porque los puestos de trabajo los creamos para ellos. Nos congratulamos de la creación de empleo por parte del turismo, sin darnos cuenta de que mucho del personal con que tratan los guiris es extranjero.
A partir de aquí, tenemos dos caminos. El primero es insistir en seguir liderando la creación de empleo esperando que nuestros hijos, finalmente, se avengan a trabajar como los inmigrantes. Es el camino que marca la última reforma laboral, y hay que decir que lo estamos logrando. Es un camino indigno, que, además, lleva al colapso del Estado de bienestar. El segundo camino consistiría en crear menos ocupación pero de mayor calidad. No hay que dejar de apostar por el turismo, pero sí es necesario que el sector exija más y ofrezca más.