Puigdemont gana tres meses con una cuestión de confianza
La CUP impide que se debatan los presupuestos y se rompe el pacto que sostiene al Govern El president someterá al voto del Parlament una nueva hoja de ruta en septiembre
Otra jornada inédita. Es la primera vez que el Parlament tumba un presupuesto y que el president anuncia una cuestión de confianza. En la foto, Anna Gabriel (CUP) pasa junto a Junqueras (Economia) y el president Puigdemont.
La historia no se repite en el Parlament. Por primera vez en la historia de la Cámara un Govern ve cómo su proyecto de presupuestos es rechazado y, por primera vez, un president anuncia que se someterá a una cuestión de confianza. La excepcionalidad política en la que vive instalada Catalunya sumó ayer un capítulo doble fruto del golpe que supuso la enmienda a la totalidad de la CUP a los presupuestos que se consumó en la Cámara. El no a las cuentas conduce al Ejecutivo de Carles Puigdemont y la legislatura a un terreno desconocido sobre el que el president transitó anunciando que en septiembre sometería su cargo a la confianza de la Cámara. El resultado es incierto pero servirá para poner sobre la mesa una nueva hoja de ruta independentista con su correspondiente ejecución, también presupuestaria, pero sin pacto previo con la CUP, tal y como anunció el president en 8 al dia.
Puigdemont se declaró “engañado” por el “incumplimiento” del acuerdo de estabilidad por parte de la CUP y, aunque reiteró su compromiso con el proceso independentista, admitió que “no se puede continuar en estas condiciones”. Fue más allá. Al dar por roto el pacto cerró también la puerta a cualquier posibilidad de negociación futura con los cuperos. “¿Qué garantía tenemos de que cumplirán otros acuerdos?”, se preguntó ante el pleno del Parlament. El mensaje del president fue grave al reprochar a la CUP su actuación sin “proporción, lógica, ni lealtad”. Y jugó sus cartas: “reitero mi compromiso de llegar al país a las puertas de la independencia ( .... ) pero no quiero administrar la miseria” de un presupuesto prorrogado. “Es cazar elefantes con una escopeta de balines”.
El president arrancó los aplausos de los diputados de Junts pel Sí y del Govern, la mayoría de ellos en estado de shock por el nuevo giro político del que habían sido partícipes sólo unos minutos antes. La idea de la moción de confianza rondaba hace días por la mente de Puigdemont y la trasladó el lunes a la dirección de CDC. Fueron partícipes de sus planes Artur Mas, la consellera Neus Munté, Francesc Homs, Jordi Turull, Lluís Corominas, Francesc Sánchez, Marta Pascal i el secretario del Govern, Joan Vidal de Ciurana. El vicepresidente Oriol Junqueras no tuvo información explícita de esta decisión hasta poco antes de anunciarse, como el resto del Govern. Y es que las estrategias de CDC y ERC y sus relaciones con la CUP siguen caminos propios.
La reunión matutina del Govern y el grupo parlamentario fue la evidencia. Mientras el vicepresidente defendió la bonanza de los presupuestos e instó a afrontar las nuevas dificultades de la hoja de ruta soberanista, el president dio por roto el pacto de estabilidad suscrito con la CUP. Dejó claro que no hay renuncia al mandato independentista del 27-S, pero también que no se buscarán socios a la desesperada que desvirtúen ese mandato. No hubo referencia alguna a las elecciones, ni tampoco al anuncio posterior de someterse a una moción de confianza. Mantenía su carta a buen recaudo.
Previamente se había descartado la posibilidad de retirar el proyecto de presupuestos para ahorrarle a Junqueras la defensa de unas cuentas fallidas. No encajaba en la estrategia de Puigdemont, que ahora quiere hacer valer la primera de sus prerrogativas como president: El control del calendario electoral. La sucesión de comicios en Catalunya sitúa el horizonte en el 4 de agosto, fecha en la que se cumple el año preceptivo para una nueva convocatoria electoral. Puigdemont quiere ganar tiempo y ERC prefiere alargar la legislatura. La moción de confianza, eso sí, ofrece a Convergència
un nuevo relato anti-CUP para la campaña de las elecciones generales y sirve para preparar el terreno y consolidar al futuro candidato en Catalunya. El partido habrá celebrado sus congresos y se da por hecho que en Madrid habrá nuevo gobierno.
Puigdemont asumió el cargo de forma inesperada y con fecha de caducidad pero también ha dejado la puerta abierta a volver a optar a la presidencia en una situación de excepcionalidad. Catalunya está instalada en ese escenario desde el 2012 pero, en pleno proceso de desmantelamiento de la antigua CDC, Puigdemont ha logrado situar la valoración del president por encima del aprobado y es la apuesta viable convergente en unas elecciones.
Eso sí, la relación entre el Govern
Por primera vez en el Parlament se devuelve un presupuesto y habrá moción de confianza
LA GESTIÓN DEL CALENDARIO
Puigdemont planteó su decisión el lunes, mientras agotaban los contactos con la CUP
y la CUP está desmantelada. Han existido un mínimo 16 reuniones formales sin avances concluyentes sobre los presupuestos. Cuando Puigdemont, acompañado por Junqueras, tomó las riendas de la negociación el jueves con una reunión en el Parlament, se puso sobre la mesa una propuesta de acuerdo que la CUP consideró insuficiente. La enmienda a la totalidad se declaró innegociable pero los contactos informales de cuperos con Presidència y Economia siguieron durante el fin de semana. No hubo cambios en los términos de la negociación pero sí se intuyó predisposición por miembros de la CUP de facilitar un acuerdo, entre ellos el diputado Benet Salellas. Con la convocatoria de un nuevo consejo político de la CUP y el cambio de tono de Salellas del lunes se viró hacia el optimismo. La alerta la lanzó Artur Mas en la sede de CDC: él había tenido esa “sensación” varias veces en diciembre. “Y mira dónde estamos”, vino a decirle el expresident, marcado por su “paso al lado”.
El martes por la tarde hubo un último intento poco convicente desde Presidència con la propuesta por escrito para crear un comité político bilateral sobre la hoja de ruta que “monitorice los objetivos concretos del proceso de desconexión” y “acordar decisiones críticas” en cada momento. También se sopesó estudiar avances sobre la deuda de la Generalitat.
La división de la CUP no fue suficiente para que la enmienda a la totalidad se retirara in extremis, aunque los cuperos aún aspiraban ayer a pactar el desencuentro. Salellas se dirigió al equipo de Presidència en busca de un gesto del president. Pedían que no se cerraran puertas a colaboraciones futuras. En el hemiciclo Eulàlia Reguant había dicho que el acuerdo con Junts pel Sí no ser rompía, simplemente “mutaba” pero para Puigdemont no había vuelta de hoja si la enmienda a la totalidad se consumaba. Junqueras había advertido de consecuencias “severas” y “graves” sobre los servicios sociales si no había presupuestos mientras su equipo restaba transcendencia a gobernar con una prórroga presupuestaria. “Iremos pagando facturas...”. Después, al vicepresidente sólo le quedó manifestar su “confianza” en Puigdemont.
El president ya está en otro escenario. Redibujará en septiembre la hoja de ruta independentista sin contar con la CUP. Los 62 diputados de Junts pel Sí no son suficientes para superar el trámite –se requiere mayoría simple– pero se puede convertir en el mejor spot para lanzar una nueva campaña. La CUP acepta el nuevo “reto”. Será después de una nueva manifestación independentista de la Diada.