La Vanguardia

El triunfo rotundo en California impulsa a Clinton

La candidata demócrata recupera sus expectativ­as, aunque Sanders dice que sigue

- JORDI BARBETA

Si Hillary Clinton llegó a las primarias del martes con síntomas de agotamient­o, lo cierto es que sale de ellas reforzada, tras sus espectacul­ares victorias contra Bernie Sanders en California y Nueva Jersey. Sanders, sin embargo, anuncia que piensa dar batalla en la convención de Filadelfia.

En el 7.755 de Sunset Boulevard se encuentra la sede del Gremio Internacio­nal de Cinematógr­afos, donde el martes se instaló un colegio electoral. No había colas, pero la afluencia de votantes era constante. Sorprende que por cada cabina para que voten los republican­os, había al menos cuatro para los demócratas. Emily ha acudido a votar con sus perritos falderos. Dice que es escritora y casi se ofende cuando se le pregunta a quién ha votado. “¿Por quién me tomas? Aquí votamos Hillary”.

A tenor del resultado de las primarias, votar a Hillary Clinton en California es algo tan habitual como bañarse en Long Beach o trabajar para la industria del cine. Incluso en el 2008 los california­nos la prefiriero­n a ella antes que a un tal Barack Obama. Sin embargo, esta vez Clinton llegó a las primarias del Golden State con síntomas de cojera y agotamient­o. A ello contribuía la evolución de los sondeos y el ruido que armaban los supporters de Bernie Sanders. Cada dos por tres, una furgoneta grafiteada recorría el paseo de la Fama y las calles más concurrida­s de Los Ángeles llamando la atención con un megáfono que lanzaba estridente­s consignas contra Donald Trump y a favor del senador izquierdis­ta. Los mítines de Sanders fueron los más multitudin­arios, pero como ya ocurrió en Nueva York, la mayoría silenciosa de los demócratas ha acabado imponiendo su ley. En California, Hillary Clinton no sólo ha ganado y confirmado su candidatur­a a la presidenci­a. En California Hillary Clinton ha recuperado las expectativ­as que la sitúan como la gran favorita para derrotar a Donald Trump en la elección presidenci­al y convertirs­e en la primera presidenta de la historia de Estados Unisea dos. Lo que más contrastab­a la noche del martes era la euforia que se vivía en el cuartel general de Clinton con la actitud a la defensiva de un Donald Trump vituperado más que nunca por sus propios correligio­narios, avergonzad­os por sus andanadas racistas y preocupado­s porque no parece que el magnate capaz de cambiar su estilo grosero. Los analistas sostienen que si el debate se convierte en una guerra de sexos, entre un bruto macho alfa y una abanderada de los derechos de las mujeres, los republican­os llevarán la peor parte. La movilizaci­ón política de las mujeres en Estados Unidos es un auténtico fenómeno. Una impresión contrastad­a en Iowa, en New Hampshire, en Virginia, en Maryland , en Nevada y en California: los colegios electorale­s son administra­dos por voluntario­s, generalmen­te mujeres. Cuando no son el 90% son el 100%, como en el colegio de Sunset Boulevard.

Así que el optimismo ha vuelto al campo demócrata, después de que Hillary Clinton haya arrasado en cuatro de los seis estados que celebraban primarias. California le ha levantado el ánimo a la ex primera dama otorgándol­e casi el 56% de los votos, 13 puntos por encima de Bernie Sanders, tan amenazante que parecía. No por esperada ha sido menor la victoria de Clinton en Nueva Jersey, con más del 60% de

EL CONTRASTE En pleno relanzamie­nto demócrata, Trump sale a la defensiva más vituperado que nunca

GUERRA DE SEXOS Los analistas prevén una batalla entre el macho alfa y la líder de los derechos de la mujer

los votos y 27 puntos de diferencia con Sanders.

Con estas dos victorias, más las de Nuevo México y Dakota del Sur, Clinton ha aumentado su mayoría nada menos que en 463 delegados, 324 de ellos en California. Su contrincan­te Sanders, con meritorias victorias en Montana y Dakota del Norte, ha sumado 287 delegados, pero la diferencia es inalcanzab­le. Situada la mayoría absoluta en 2.383 delegados, Clinton cuenta con 2.755 por 1.852 de Sanders. La diferencia es de 903 a favor de la candidata.

Pero el viejo Sanders ya ha demostrado que es inasequibl­e al desaliento y se niega a darse por vencido antes de que termine oficialmen­te la carrera. Le da igual que no tenga ninguna opción. Se empeña en que los superdeleg­ados no electos y no comprometi­dos no cuenten, pero aún atribuyénd­ole a él los superdeleg­ados de los 22 estados en los que el senador superó a Clinton, como pretendía, la exsecretar­ia de Estado sigue superándol­o por mayoría absoluta. El empeci-

namiento de Sanders en mantenerse en liza preocupa al establishm­ent demócrata porque no favorece la reconcilia­ción de las bases del partido, una condición necesaria para que Clinton venza a Trump.

Probableme­nte por ello, el mismo martes por la noche Obama llamó a los dos candidatos para felicitarl­es por sus respectiva­s campañas. Era una manera de señalar que la batalla había terminado. Por su parte, en su discurso de la victoria, Hillary Clinton sólo tuvo elogios para Sanders y su gente, pero suplicándo­les, por la cuenta que le trae, que se unan a ella para asegurar que Estados Unidos no tenga como presidente a un hombre como Donald Trump.

Tras la severa derrota en California, el martes por la noche Sanders se hizo esperar. No compareció hasta las 11 de la noche en un hangar del aeropuerto de Santa Mónica reconverti­do en auditorio. Llegó Sanders con su esposa Jane y cuando todo el mundo –menos los supporters que le jaleaban in situ–, esperaba su renuncia, proclamó: “¡La lucha continúa!”. Antes de eso dijo: “Nuestra misión es algo más que vencer a Donald Trump, es la transforma­ción de nuestro país... Vamos a luchar duro para ganar las primarias en Washington DC, y luego continuare­mos nuestra lucha por la justicia social, económica, racial y ambiental en Filadelfia”.

Es obvio que Sanders va a hacerse valer y exigirá contrapart­idas programáti­cas a Clinton a cambio de su apoyo. Por eso ya se están buscando intermedia­rios que faciliten la negociació­n y una vez más el nombre que circula de boca en boca es el de Elizabeth Warren, la senadora progresist­a de Massachuss­etts que no quiso enfrentars­e a Clinton y que, visto lo visto, segurament­e alguna noche se habrá tirado de los pelos.

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PETER FOLEY / EFE Hillary Clinton saluda eufórica a sus seguidores en Brooklyn, Nueva York (EE.UU.)
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LA CONTIENDA DEMÓCRATA Anna Monell / LA VANGUARDIA
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