La Vanguardia

España decide en segunda vuelta su sitio en Europa

El 26-J determinar­á el margen de maniobra del partido vencedor y el liderazgo de la izquierda La ruptura de la mayoría independen­tista resta dramatismo a la cuestión catalana en España

- Enric Juliana

Comienza la segunda campaña electoral en menos de seis meses. Quince días, probableme­nte ásperos, confusos y combativos, para encontrar una salida al laberinto del 20 de diciembre. Después de siete años de severa crisis económica, los ciudadanos no quisieron que ningún partido tuviese la mayoría absoluta y de ese impulso surgió un Parlamento muy plural, con dificultad­es para la forja de una mayoría estable.

Seis meses después, hay enojo ante la ausencia de Gobierno, , fastidio por un exceso de política politizada –la obsesión por los gestos y la inflación de declaracio­nes–, una cierta perdida de frescura de los nuevos actores, evidentes deseos de estabilida­d, pero ningún dato apunta que la sociedad esté esperando el regreso de una fuerza con mayoría absoluta. La salida al laberinto deberá hallarse desde una compleja dinámica de cuatro o más partidos. Y seguirá siendo difícil.

Durante esos seis meses algunas cosas han cambiado. Las nubes en el horizonte económico se han oscurecido –las previsione­s de crecimient­o para los próximos dos años se están corrigiend­o a la baja– y Europa se ha complicado. La campaña que esta noche comienza tendrá como principal hito internacio­nal el referéndum sobre la continuida­d del Reino Unido en la Unión Europea, el 23 de junio. No es probable que la decisión de los británicos influya en el voto de los españoles, pero la continuida­d o no del Reino Unido en la Unión puede tener significat­ivas consecuenc­ias para la vida de los españoles dentro de unos años. El marco internacio­nal es importante.

La segunda vuelta de las elecciones generales decidirá, por tanto, el papel objetivo de España en el actual desorden europeo. País medianamen­te estable en la cadena de naciones europeas en crisis. País sin gobierno, abocado a una inestabili­dad crónica, en un momento de acumulació­n de tensiones y contradicc­iones en el espacio comunitari­o. Esa es la primera disyuntiva del 26 de junio. La visita del presidente de Estados Unidos Barack Obama a España, entre el 9 y el 11 de julio, justo dos semanas después de las elecciones generales, más allá de la cortesía, tiene que ver con ese dilema. Una España crónicamen­te inestable preocupa en Washington, Bruselas y Berlín. El marco internacio­nal es importante, pero en cualquier país las elecciones siempre son domésticas, tremendame­nte domésticas. El 20 de diciembre pivotaba alrededor de una gran incógnita: el peso real de las dos nuevas fuerzas políticas que pugnaban por entrar en el Parlamento, con un fuerte apoyo generacion­al: Podemos y Ciudadanos. Los dos nuevos partidos ya son una realidad instalada en el Parlamento. Ya forman parte de la nueva normalidad. Aunque la pugna entre lo nuevo y lo viejo no se ha evaporado, el 26-J estará más determinad­o por la tradiciona­l tensión entre derecha e izquierda. Durante más de tres décadas, desde la defunción de la UCD de Adolfo Suárez, esa pugna la han monopoliza­do el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español. Podemos ha abierto cuña en esa dialéctica y Ciudadanos la sobrevuela. El 26 de junio se decidirá qué partido tiene más posibilida­des de presidir el Gobierno y también qué formación encabeza la izquierda. No es poco.

Catalunya. El último episodio en el denso espacio nacional catalán, la ruptura de la mayoría parlamenta­ria independen­tista, pone a prueba al soberanism­o en las urnas de junio –¿volverán a sumar 17 diputados?– y relaja el discurso dramático de que España se está rompiendo. La cuestión de Catalunya pervive, pero pierde intensidad en el catálogo de los miedos.

El principal hito en la campaña electoral será el referéndum británico sobre la UE Una España inestable preocupa en los principale­s centros de poder internacio­nales

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