Es de ellos

CANDO en los primeros tiempos de la televisión se cortaba la señal, alguien en las casas preguntaba en voz alta: ¿Es nuestro o es de ellos? Y cuando con la pantalla en negro la respuesta era “es de ellos”, volvía a reinar la calma en el hogar, aunque nos perdiéramos el final de la película o la segunda parte del partido de fútbol. En Catalunya, tras el corte de mangas de la CUP a Junts pel Sí por los presupuestos, no parece haber dudas de quién es la culpa: de ellos. Y el país se nos ha ido a negro.

¿Sólo de ellos? Al menos en buena medida, porque, después de que la CUP se cobrara la cabeza de Artur Mas, se comprometieron en un acuerdo de estabilidad con Junts pel Sí que comportaba que no votarían nada junto con el resto de fuerzas contrarias al proceso. Este documento de cinco puntos lo ha llevado el expresident en el bolsillo de su americana durante meses, como si estuviera convencido de que un día se lo podría echar en cara. Ayer en el Parlament, Carles Puigdemont anunció la presentación de una cuestión de confianza en septiembre, que es lo más parecido a un nuevo debate de investidura. Puigdemont prescinde de la CUP para cualquier acuerdo porque no considera que sea una fuerza fiable. Pero Junts pel Sí tiene 62 diputados, la oposición 63 y la CUP, 10. Así que está en manos de los cuperos que el Govern sobreviva. Habrá que ver cuál es su próxima ocurrencia.

Pero la culpa no es sólo de la CUP, porque dos partidos de orden del brazo de una fuerza anticapitalista era una extraña pareja. No sólo porque fueran tres, sino porque pocas cosas les unían. Churchill dijo en una ocasión, utilizando el matrimonio como metáfora política, que si la novia o el novio no aparecen en la iglesia, el resultado no es una boda unilateral.

Es una mala noticia para el país que no haya presupuesto y una pésima noticia para los soberanistas. Se intuía que el pacto con la CUP no iría sobre ruedas, pero era impensable que descarrilara en cada curva.