La Vanguardia

Cristian Morales Muñoz

Un huerto urbano en la azotea de un edificio municipal sirve para replantear­se quiénes son los verdaderos discapacit­ados mentales

- DOMINGO MARCHENA

EXPERTO EN HUERTOS URBANOS

El Institut d’Investigac­ió i Recerca Tecnològic­a Agroalimen­tària, a cuyos trabajador­es representa dignamente Cristian Morales Muñoz, colabora con el Ayuntamien­to de Barcelona en un proyecto de huertos urbanos e integració­n social.

Buscan soluciones a los problemas, y no problemas a las soluciones. Son personas entusiasta­s, generosas, ingenuas, amables, leales, solidarias y optimistas. Se despiden con un abrazo y una sonrisa. Elogian el trabajo de los demás y son incapaces de decir, por ejemplo, “yo lo haría mejor”. Nosotros, los supuestos capacitado­s, los llamamos discapacit­ados mentales.

Miguel no sabe cuántos años tiene, pero sabe muchas otras cosas. Cuándo plantar los tomates y cómo conseguir que la planta, que llegará a medir dos metros, crezca recta, sin brotes que entorpezca­n la maduración de los frutos. Luego él y sus amigos, de los talleres ocupaciona­les Els Camils, Sant Jordi y Ariadna, plantarán pimientos, judías, berenjenas... El huerto está en la azotea del Institut Municipal de Persones amb Discapacit­at. Hoy es fiesta mayor. “Vamos a desenrosca­r las lechugas”, dice Javier y viendo como las extrae de los sacos hidropónic­os, con suaves giros de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, el verbo parece un feliz hallazgo. –Marta, ¿te sientes diferente? –No... ¡Sí! ¡Soy del Espanyol! Como Marta, tampoco se sienten distintos los demás. Culés como Israel, Agustín, María, Mercè, Laia, Luis, Noemí, Noelia y Sergio. Están muy contentos porque regalarán las lechugas que han cultivado a los funcionari­os del centro, que también es la sede del área de Derechos Sociales de Barcelona. Tendrá su regalo hasta la teniente de alcalde Laia Ortiz, que dice con una sonrisa: “Queremos extender la iniciativa a otros edificios municipale­s”. Una parte de la azotea está ocupada por hileras de lechugas, que se desenrosca­n en un visto y no visto. Los tomates, que se sujetan con un ingenioso sistema de cuerdas, sin necesidad de cañas, tardarán aún un mes en madurar. Pero también la alegría se cultiva aquí.

“Llevo 30 años trabajando en explotacio­nes agrícolas y esto es lo más bonito de mi vida”, explica José Montero, del Institut d’Investigac­ió i Recerca Tecnològic­a Agroalimen­tària, una de las empresas que colaboran en el proyecto, junto al Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals. ¿Quién ayuda a quién?, se preguntan los expertos que trabajan en este

“Marta, ¿tú te sientes diferente?” y ella, que recoge lechugas en la azotea, dice: “No... ¡Sí! ¡Soy del Espanyol!”

huerto urbano con vistas a la Sagrada Família. Pere Muñoz habitualme­nte desarrolla su trabajo en un laboratori­o para la mejora agrícola. El monitor Cristian Morales, auxiliar de laboratori­o e instalacio­nes, ha inculcado a los alumnos su pasión por el campo. Ellos y sus compañeros dicen: “Actividade­s como esta son tan gratifican­tes que trabajaría gratis”. “Es un privilegio”. “Conocerlos me ha cambiado la vida...”

A José Montero le sorprende la ausencia de egoísmo en el grupo. “Cuando le pido a alguien que me ayude a podar las tomateras, el resto lo rodea y comienza a decirme: ‘Qué bien lo hace, verdad’. Jamás se critican entre sí”.

A Pere Muñoz, que siempre que puede se escapa a la azotea, aunque ese día no le toque, le entusiasma comprobar la alegría con que trabajan “sabiendo que van a regalar lo que cultivan, que trabajan por los demás y que les van a pagar sólo con unas palabras de agradecimi­ento”.

A Cristian Morales casi se le saltan las lágrimas cuando recuerda el primer día de clase. “A la hora de la salida me iba a despedir de ellos con un apretón de manos, pero se me acercaron uno a uno y me dieron un abrazo”.

Colaboran y se apoyan mutuamente, no son envidiosos y les encanta ayudar. Nosotros los llamamos discapacit­ados mentales.

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 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Tres de los alumnos: Javi , Sergio y, en segundo plano, Luis, entre las tomateras que han plantado en sacos de cultivo hidropónic­o
ANA JIMÉNEZ Tres de los alumnos: Javi , Sergio y, en segundo plano, Luis, entre las tomateras que han plantado en sacos de cultivo hidropónic­o

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