La Vanguardia

El “líder catalán”

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El joven que se dio a conocer desnudándo­se por las calles de Catalunya ahora ya es mucho más que el yerno ideal de las madres españolas. Es el espíritu suturador que restañará las heridas de la España fratricida. Es el adhesivo ideal de la España rota. Todavía no han dejado rastro en su rostro inmaculado las heridas de las batallas que ya empiezan a acumularse en sus hombros de eterno adolescent­e. Es un rostro cándido, candoroso, acariciabl­e. Albert Rivera tiene las mejillas más angelicale­s de la política española. Debutó desafiando el consenso catalanist­a y ahora es el campeón del consenso español. Este giro no habría sido posible con un rostro picassiano; ni con aquellas mejillas chupadas y pilosas de los españoles de la guerra civil. Rivera tiene el físico andrógino propio de los tiempos posmoderno­s, idóneo para los papeles de ambiguo seductor. Bajo las sábanas de Rivera, no importa el sexo, sino el amor a España. Es el amante que no pregunta, el perfecto vicepresid­ente de cualquier gobierno de unidad. Ha sido el socio de Pedro Sánchez en busca del centro perdido. Y se ofrece como reencarnac­ión seráfica de Adolfo Suárez. Sería también el socio ideal de la derecha española, pero tiene un defecto: no es del PP. Puede robar votos decisivos a Rajoy. Por ello, Jorge Moragas, el director de la campaña popular, que es tan cínico como catalán, estuvo citándole el otro día con este apelativo: “Rivera, el líder catalán”. Los propietari­os de la unidad subrayarán durante toda la campaña que precisamen­te él, Rivera, el unitarista, es miembro inevitable de una tribu problemáti­ca. Ya decían los poetas de 1898 que el amor a España acaba siempre provocando una mueca de dolor.

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MARISCAL / EFE
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