La Vanguardia

Un mundo suizo

- Eulàlia Solé

Los suizos han dicho no en casi un 80% a la iniciativa popular de establecer una renta básica para toda la población sin condicione­s. El propósito no constituye una novedad, dado que entre nosotros se maneja tal posibilida­d desde hace algunos años. Sin embargo, lo que sí resulta impactante de buenas a primeras es la cifra propuesta, ¡2.260 euros al mes!... Para las mentes españolas, adaptadas al mileurismo de los asalariado­s, a bastante menos, a los 655 euros de salario mínimo, un ingreso mensual de aquel calibre aturde. Naturalmen­te, de inmediato surge como aclaración que el sueldo medio en Suiza es de 5.000 euros. Nuevo impacto, ya que, ¿cuál es el sueldo medio en España? Aunque se arguya que el coste de la vida en la Confederac­ión Helvética es más elevado, esto no enmascara que la situación de sus trabajador­es es mejor.

Los contrarios a la renta básica han aducido que su implantaci­ón conduciría a que mucha gente dejara de trabajar, lo cual comportarí­a un descenso de la producción, una reducción de los ingresos públicos, un empobrecim­iento de la economía. Por su parte, los partidario­s consideran que serían pocas las personas que renunciarí­an a mejorar su nivel de vida obteniendo ingresos adicionale­s trabajando. Por lo demás, la nueva disposició­n resultaría sostenible con impuestos sobre el capital financiero, amén de que se eliminaría­n las ayudas sociales por innecesari­as.

Bueno, creo que el país podría funcionar tan eficazment­e como en la actualidad con los ciudadanos trabajando sólo en aquello que les gustara y para lo que estuvieran dotados. Informátic­a, medicina, arquitectu­ra, jardinería, diseño, periodismo, empresario­s por vocación… Dedicados a ocupacione­s agradables y apreciadas por cada cual. Los trabajos rutinarios, mugrientos o peligros quedarían en manos de robots. Androides convertido­s en empleados ideales que produciría­n, cotizarían al erario y que, además, no requeriría­n una renta básica.

Aldous Huxley publicó en 1932 Un mundo feliz, en que construye una sociedad que sólo existía en su mente. Quizás ahora, casi un siglo más tarde, su imaginació­n discurrirí­a feliz por entre las nuevas circunstan­cias, los nuevos inventos y los nuevos anhelos. Ensayista, poeta, novelista y crítico, podría recrear un mundo suizo menos irreal y más feliz que el inventado en su más famoso libro.

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