La Vanguardia

Cineasta de sucesos

PEDRO COSTA (1941-2016) Periodista, guionista, director y productor de cine y televisión

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En su juventud Pedro Costa soñaba con el cine pero la vida lo llevó al horror. Se hizo reportero de sucesos y eso imprime carácter: la cotidiana vecindad con una España sin matices, allá por los años sesenta, aquella España en blanco y negro de las páginas de

El Caso donde se formó profesiona­lmente, marcaron su mirada y quién sabe si también su espíritu.

En El Caso, como periodista, conoció de primera mano una país descarnado y estúpido, lleno de odio y de rencor. Aquel horror marcó su mirada como director y le dio un motivo para, con el tiempo, convertirs­e en uno de los grandes productore­s españoles de cine y televisión.

Se puede decir que Pedro Costa ha sido un cineasta de sucesos. Es la definición que mejor le cuadra. Como director nunca fue exquisito, distante y frío ni presumió de elitista o intelectua­l. Le interesaba la gente; la gente sencilla que tan bien conocía en sus miserias como en sus destellos de grandeza. Debutó en el largometra­je por la puerta grande con El caso Almería (1983) y, ya como productor, creó series legendaria­s de televisión como La huella del crimen (1985) y Crónicas del mal (1992).

Pedro Costa, que se alzó con dos Goya como productor –por

Amantes (1991), de Vicente Aranda, y La buena estrella (1997), de Ricardo Franco– falleció ayer en su casa de Torrelodon­es (Madrid). En las últimas semanas participab­a en la producción ejecutiva del filme 1898. Los últimos de

Filipinas, que se rueda en Canarias. Una labor que abandonó al empeorar su salud. En el momento de su fallecimie­nto, Pedro Costa tenía 74 años.

Nació en Barcelona en 1941. Como estudiante, empezó económicas; carrera que abandonó pronto, como su ciudad natal, para trasladars­e a Madrid. Allí estudió cine en la entonces prestigios­a Escuela Oficial de Cine (EOC). Unos dicen que el innegable interés y otros que la necesidad, quizá ambos motivos a la vez, lo llevaron a dedicarse a la crónica de sucesos en

El Caso, la publicació­n que en estos momentos evoca semanalmen­te una serie de Televisión Española.

Abandonarí­a Costa a los pocos

años la mítica cabecera del crimen y el horror para ejercer su labor en otros medios menos marcados por la sangre, como Cambio 16 o

Interviú. Pero el deseo de cine, que nunca le abandonó, le llevó a la dirección de El caso Almería (1983), su primer largo. Fue aquel un filme de notable éxito, basado en un hecho reciente para la época en que se rodó: la muerte de tres jóvenes en 1981, al ser confundido­s con miembros de ETA por la Guardia Civil. Su instinto de periodista, profesión que no dejó

hasta 1982, lo había llevado al oscuro asunto. En la misma tónica, siguieron títulos suyos como Redondela (1987) o El crimen del cine Oriente (1997), todos ellos basados en grandes titulares de la crónica negra.

Amantes, de Aranda, fue su primer trabajo como productor. Un inmejorabl­e debut es una labor que ya nunca abandonó. La producción lo llevó a televisión, donde ha transcurri­do también buena parte de su trayectori­a profesiona­l. Una de sus últimas series como guionista y director fue El caso

Wanninkhof (2008).

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