Sintonía con las hadas
The Fairy Qeen - Purcell
Intérpretes: La Capella Reial de Catalunya, Le Concert des Nations Dirección: Jordi Savall Lugar y fecha: L’Auditori (7/VI/2016)
Las hadas han estado al lado de Jordi Savall para esta producción de la maravillosa The Fairy Queen, en homenaje a Shakespeare en su 400 aniversario. La dinámica de estas propuestas en los conjuntos de primera línea internacional requiere una buena selección de los solistas, que en este caso ha sido de buenos resultados y bien valorados por el público, que culminó la sesión con entusiastas y acertados aplausos.
La música de Henry Purcell es muy sutil, plena de rincones emocionales, de gestos muy transparentes, y las voces solistas lucieron –e hicieron relucir– estos aspectos. Las tres sopranos (Rachel Redmon, Ingeborg Dalheim y Lucía Martín) aportaron carácter a sus personajes, limpidez cristalina, voces con el cuerpo necesario para la agilidad y la transparencia, que –como es normal– dieron más de sí en las arias más afines, en particular en estilo y expresión Lucía Martín (“O Let me weep!”), muy hada Dalheim, dúctil en los dúos con la magnífica –en todos sus momentos– Rachel Redmon que cantó con seguridad voz timbrada y carácter. En las voces masculinas la variedad de timbres y el color, aportó carácter a unas músicas muy escritas para la expresión puntual de sentimientos que bien expresan las palabras.
En lo instrumental muy buena concepción de la cuerda, pequeña y ajustada, sin devaneo vibrante y muy expresiva con la eficacia del concertino Kraemer, y una muestra de exquisita sensibilidad de todo el grupo instrumental en la secuencia del acto II que culmina con el silencio –y el brillo– de la noche. Purcell requiere buenos solistas que acompañan con virtuosismo algunas de las arias, y de subrayar el violoncelista Balázs Máté, la participación de Josep Borràs en el fagot, las trompetas, y naturalmente Kraemer, entre otros como Díaz-Latorre. También la transparencia y la precisión marcó la participación instrumental solista. La de conjunto, quizá se mostró algo plana en la alegre introducción en cuanto a expresión y brillo, desajustes en violines al final del acto II, aunque en la secuencia de la obra hicieron un ejercicio de música de cámara, muy atentos entre sí.
El pequeño y joven coro tuvo una participación muy elocuente, fruto de una buena preparación con Lluís Vilamajó, y de disponer de voces de calidad, la mayoría de nuestro medio, lo que alienta que con un trabajo continuado se pueda disponer de un instrumento eficaz, lo que no sé si está en sus proyectos o fue esta una presentación puntual.
JORGE DE PERSIA