Entre peteneras y bulerías
Los métodos que utilizan los carteristas de Barcelona están tan catalogados que casi no hay guía turística que no publique una lista para prevenir a los guiris que nos visitan. Avisan que si, sin motivo alguno, se te acerca alguien y te pregunta “Where are you from?” e intenta darte la mano, lo rehúyas. Que, en el metro, el momento ideal para el robo es cuando las puertas se abren y, en el fragor del gentío, ya te han quitado la cartera. En el aeropuerto van en grupos de tres. Uno de ellos se queda dentro del coche último modelo que han alquilado. Los otros dos están dentro de la terminal. Cuando consiguen algún equipaje de mano salen corriendo hacia el coche y desaparecen. En Miramar, en el Poble-sec, actúan con armas blancas. Las que buscan firmas también están en Montjuïc. Son jóvenes, fingen que son sordomudas y te piden dinero y que firmes un papel que llevan en una carpeta, en solidaridad con esa deficiencia. Si picas te desaparece la cartera y el móvil en décimas de segundo. En la plaza Catalunya hay grupos de señoras –dicen que bosnias– que pululan por las colas de los autobuses y las terrazas de los bares. Las llaman “las del Hard
De todos los métodos barceloneses de hurto, el que más me interesa es el ‘Ronaldinho’
Rock”, y como scouts usan a sus niños, que las informan de dónde hay alguna pieza interesante. También las hay en los alrededores de la Sagrada Família, maquilladas y con gafas de sol como muchas turistas, y con mapas de la ciudad de Barcelona desplegados, para que piensen que son de fiarse.
De todos los métodos, el que más me interesa es el Ronaldinho, muy practicado en la Rambla y en las calles accesorias, sobre todo de madrugada. Cuatro o cinco individuos, generalmente jóvenes, y una pelota. Cuando detectan a un turista en estado de embriaguez, uno de ellos la chuta hacia él. No debe de haber ningún hombre que se resista a devolver la pelota de una patada. Lo que empieza siendo un rondo acaba siendo un regateo cuerpo a cuerpo, con una zancadilla que desestabiliza a la víctima. Entonces entran en acción los otros, le roban la cartera y huyen.
Estos son los métodos barceloneses. En Málaga tienen uno del que nunca había oído hablar. Es el método cuadro flamenco .El Abc de Sevilla explicaba este fin de semana el caso de una mujer de Valladolid que, de madrugada, en la calle Canasteros, se encontró de golpe rodeada por un grupo de bailarines y bailarinas de flamenco. Eran ocho. Entre peteneras y bulerías, le robaron la cartera y el móvil, “de alta gama y valorado en 650 euros”. Dice el diario andaluz: “El modus operandi usado para distraer a la mujer ha llamado la atención de la policía por su carácter innovador. Los métodos más habituales son el uso del clavel o el romero o utilizar alguna pieza como muleta para engañar a la víctima”.
Una vez más queda en evidencia la innegable decadencia de la danza catalana por antonomasia. Me resulta imposible imaginar a un grupo de dansaires rodeando a un turista de madrugada para formar una sardana y, en el momento del salto fuerte –“amunt!”–, birlarle móvil y cartera. Esto no lo soluciona ni el RUI.