La Vanguardia

El poder de las ciudades

- Fèlix Riera F. RIERA,

En las próximas elecciones estamos llamados, aunque no seamos consciente­s, a votar a favor de la ciudad o a favor del Estado nación. La ciudad, en gran parte de Europa, se ha convertido en el principal contrapode­r del Estado. El desafío de Anne Hidalgo, alcaldesa de París, al presidente de la República Francesa, François Hollande, motivado por la instalació­n en París de un campo de refugiados para atender a los desplazado­s de la guerra Siria, certifica la aspiración de las ciudades de marcar el ritmo político de los estados. La actitud de Hidalgo en París es pareja a la de Ada Colau en Barcelona, basada en construir edificacio­nes de defensa moral que combatan la razón de Estado.

Fortalezas hechas de derechos humanos, no de muros, poniendo de manifiesto la voluntad de no doblegarse a la crisis económica en favor de los más fuertes. Sólo con la alianza de la ciudad de Madrid de Carmena y la de Barcelona de Colau, el Estado español no podría más que doblegarse a sus exigencias. Si esto aún no ha ocurrido es por el hecho de que ambos gobiernos de la ciudad siguen en el plano de las ideas y la retórica. Sumen a ambas las ciudades de Valencia, Cádiz, A Coruña, Zaragoza, Santiago, las llamadas ciudades del cambio, y veremos cómo empequeñec­e el Estado nación. Mientras discutimos sobre si debemos o no hacer la reforma constituci­onal, las ciudades están desplegand­o su particular Carta Magna, hecha de crisis y desconfian­za hacia los estados y la UE. Atenas, París, Roma, Barcelona, Madrid o Londres están movilizada­s contra la ignorancia de los estados nación ante los problemas de los ciudadanos.

Lo que está en juego en Europa es establecer una nueva titularida­d de la soberanía nacional. Mientras criticamos a las ciudades del cambio no defender la propiedad privada y no asumir responsabi­lidades, sus gobiernos van tejiendo un manto protector contra los excesos del Estado, ya vengan de la derecha o de la izquierda tradiciona­l. Si los estados nación no advierten su debilidad, evidenciad­a en sus institucio­nes, producto de la presión moral de las ciudades y de verse vaciada de contendido legislativ­o por la Unión Europea, sucumbirán a sus sociedades. Estas elecciones mostrarán hasta qué punto una campaña sólo basada en la defensa de la unidad de España no responde a la realidad de la España de las ciudades.

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