La Vanguardia

La retórica del tardón

- Màrius Serra

Las charlas entre coetáneos se tiñen de las circunstan­cias de cada generación. Si hablamos de llegar tarde a casa por la noche, según la edad de los interlocut­ores unos cuentan las excusas que se inventan para apaciguar a sus padres, otros para no sulfurar al cónyuge y aún otros las que arguyen sus hijos. Una variante poco frecuente es la de una persona mayor que vive con sus hijos (y nietos) y debe justificar que vuelve a la una de la madrugada cuando, en principio, le esperaban a cenar. Eso es lo que le sucedió en Sitges a mi amigo Pep, que acoge a su padre en casa y sufre lo que no ha sufrido nunca por sus hijos. El interfecto es un viudo de setenta y nueve años que luce camisas hawaianas y se niega a llevar móvil. Para localizarl­o pasaron por la penosa tarea de telefonear a amigos, conocidos, saludados e incluso al CAP. Todas sus pesquisas fueron en vano. Angustiado­s, ya empezaban a buscar el número de la policía cuando el fugitivo apareció por casa, como unas pascuas. Como todos los noctámbulo­s recriminad­os, consideró que la mejor defensa era un buen ataque y les abroncó por ser tan sufridores. Para justificar­se, el anciano tardón se aferró a una expresión que mi amigo no le había oído nunca antes. Dijo que llegaba tarde porque había encontrado “una panissola”. ¿Panissola? De ahí no le sacaron. Su única excusa por haber llegado horas tarde sin avisar era lo de la panissola. Pep pensó en mujeres que fuman y su mujer tocó retirada para no cabrearse más de la cuenta con su suegro. De pura casualidad, les he podido iluminar la noche del hawaiano. Resulta que mi abuela de Vilanova también lo decía, eso de la panissola.

Una panissola es una espiga de maíz (en catalán panís) que se pega mucho. Tanto que en algunos lugares, el Garraf entre ellos, pasó a designar a las personas con las que topas por la calle y te retienen. Lo que en otros lugares llaman un gancho. O, por mantenerno­s en el reino vegetal, también una romeguera (una zarza), que es un estorbo reconocido para el caminante. La retórica de los tardones ha cambiado en la era digital. Todos seguimos poniendo las excusas que podemos, tendentes a disfrazar los verdaderos motivos del retraso, a menudo inconfesab­les. Pero hoy la mayoría son excusas preventiva­s. Es decir, mensajes trampa en gerundio que pretenden poner la venda antes que la herida: “llegando” cuando el emisor está a años luz de su destino, “aparcando” cuando acaba de subir al coche, “leyendo” cuando acaba de coger un libro o “yendo a votar” cuando suspira por encontrar una panissola que le impida hacerlo.

Dijo que se entretuvo porque encontró una ‘panissola’; su hijo pensó de inmediato en mujeres que fuman

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