Respetar el pluralismo
Nadie tendrá la mayoría absoluta. Ni dos partidos tendrán suficiente para asegurar la investidura. Es decir, como después del 20-D, será necesario un acuerdo de amplia base, en el que el juego de las abstenciones será –previsiblemente– muy decisivo. Igual que antes y, por tanto, lo que cabe preguntarse es: ¿esta vez, sí? ¿Esta vez habrá un acuerdo que permita la formación de gobierno?
La pregunta tiene sentido. Si hace unos meses no fue posible, ¿por qué ahora lo debería ser? Si fuera así, habría motivo para enfadarse. El país habrá perdido muchos meses, muchos esfuerzos y mucho dinero, sin ninguna razón de peso que lo justificara.
Y, aún ahora, nadie nos dice con quién se ve capaz de gobernar. Y nadie nos dice, y esto resulta preocupante, que respetará la voluntad de los electores. Millones de ciudadanos son ignorados, como si no existieran, por el solo hecho de haber votado a una fuerza política diferente. No cuentan. Sólo se propone sumarse al bando de los buenos, todos los otros son los malos ;ni cuentan, ni se les espera. ¡Un total menosprecio por el diferente!
Sobre estas bases se hace difícil pensar en cómo se gobernará este país a partir del 26-J. Previsiblemente, nos iremos a dormir sabiendo quién se proclama ganador –que serán más de uno– pero no teniendo nada claro quién formará gobierno. En muchos países de nuestro entorno, a primeras horas del día siguiente de las elecciones ya hay un gobierno definido. Un gobierno que todos los ciudadanos entienden como el posible; aquí, previsiblemente, tendremos claro lo que será imposible y nada más.
Deberíamos comprometer a los partidos que participan en las elecciones a decir que harán posible un acuerdo para la formación
Ya se ha acabado el tiempo del capricho; toca tragarse los sapos y trabajar para satisfacer al conjunto de la sociedad
de un nuevo gobierno. Que superarán diferencias para coincidir en un programa de gobierno. Que lo harán por respeto democrático. Gobernar respetando la pluralidad es difícil; pero ignorarla sólo conduce a un fracaso y a un futuro incierto.
Ahora ya se ha acabado el tiempo del capricho; ahora toca tragarse los sapos y trabajar mirando cómo satisfacer al conjunto de la sociedad. En esta campaña esta música se debería imponer.