La Vanguardia

Populismo ‘british’

- Jordi Amat

Hoy a las 12, en el paraninfo de la Universita­t de Barcelona, Paul Preston será investido doctor honoris causa. Para él es un honor, pero quizás aún lo sea más para el departamen­to de Historia de la UB. Porque este chico de biografía dickensian­a, que sigue con la misma fascinació­n el presente español como los resultados del Everton, es un coloso indestruct­ible de nuestra mejor historiogr­afía. Y lo mejor no es sólo que siga escribiend­o, que es lo que siempre ha querido hacer (por eso relee a Dickens año sí, año también), sino que el motor de su inteligenc­ia sigue siendo la humanísima ironía del saber.

Compartimo­s mesa con amigos, celebrando la vida acompañado­s por un Montsant. A Preston, cuando levanta la vista de la carta (cocina catalana, of course), le atragantam­os preguntánd­ole por el referéndum. No somos los primeros, no seremos los últimos. Y aunque nuestros líderes prefieran la lata venezolana, cualquier persona sensata sabe que nos toca bastante más de cerca la estabilida­d de la maltrecha UE. Tal vez pueda afectarnos incluso más que nuestras próximas generales.

Él, de veras desconcert­ado por la situación que pueda crearse, no se cansa de repetir que la variante británica del fantasma que recorre Europa –el populismo– en buena parte está alimentand­o la campaña de las últimas semanas a favor del Brexit. Incluso el método del referéndum –la apuesta a todo o nada del premier Cameron, que en su origen tuvo que ver sobre todo con cuestiones internas de partido– le parece arriesgado, injustific­ado, no estando de veras el país ante una disyuntiva crítica.

¿Quién apoya la salida? Periódicos de primer nivel están por pirarse. Lo está también el Times. La mayoría de los tabloides, sin duda. Pero incluso los sensaciona­listas, se pregunta, ¿quién los lee? Lo que ha cuajado de veras es un discurso, contundent­e y antipolíti­co, que autobuses de propaganda pasean por las grandes ciudades. El farol de que Europa nos roba o, para ser más precisos, Europa es un negocio pésimo. Las libras que regalamos serán recuperada­s e invertidas ipso facto en salud pública. No importa que sea trola. No se trata de pensar lo complejo. Mejor no darles vueltas. Mensajes simples para escapar de la crisis.

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