La Vanguardia

Disparos y enigmas

- Miguel Ángel Aguilar

Eran las dos de la mañana. Masacre en una discoteca de Orlando (Florida). Las primeras noticias difundidas a la velocidad de la luz impactan sobre todos los dispositiv­os móviles. Tienen el laconismo digital de los 140 caracteres. Se resumen en titulares con cifras de muertos y heridos. Enseguida señalan el lugar que correspond­e a la sangría en el ranking de víctimas acaecidas en Estados Unidos: el segundo después del 11-S.

Aparece también un fleco que abre el camino para externaliz­ar las responsabi­lidades con dos sendas. La primera, que el autor estaba fichado por el FBI. La segunda, que su familia es de origen afgano. El complement­o es un supuesto juramento de fidelidad al Estado Islámico atribuido a quien empuñaba las armas y un rastro de asunción de la autoría por parte del maligno.

Primero, demos los gritos de rigor para que ningún lector confunda estas líneas indagatori­as con ninguna clase de afinidad o justificac­ión. Pero apliquemos a lo sucedido el mismo baremo de exigencia que habríamos desplegado si la sangre se hubiera derramado sobre suelo español. Veamos algunas cuestiones elementale­s. Por ejemplo, por qué se subraya que el FBI sospechaba del radicalism­o islámico de Omar Siddique Mateen; por qué si era sospechoso pudo adquirir con toda facilidad las armas homicidas apenas unos días antes como si estuviera haciendo la compra en un supermerca­do; para qué sirve tanta informació­n de tantos servicios y tantas agencias si carece por completo de operativid­ad.

Viniendo al plano de lo sucedido, sorprende que nadie inquiera cómo un único tirador sin el empleo de armas de superficie –bombas de mano, explosivos, etcétera– pudo causar a base de disparos consecutiv­os cincuenta muertos y otros tantos heridos. Cuántos cargadores hubo de utilizar para ello, cómo pudo proceder a sustituirl­os según se le iban agotando sin ofrecer un momento de vulnerabil­idad, de qué manera accedió la policía al local, si está descartado que al hacerlo causara víctimas o si el cálculo fue evitar males mayores.

Pero, sobre todo, dónde está el Pedro Zola americano exigiendo dimisiones. Vale.

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