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Las grandes tecnológicas de Silicon Valley apuestan por los dispositivos que atienden nuestras peticiones mediante dicción
DSan Francisco
urante la conferencia I/O de Google de mayo pasado, el consejero delegado de la compañía, Sundar Pichai, reveló que el 20% de las búsquedas son de voz. ¿Empezamos a ser menos tímidos a la hora de hablar con las máquinas? Es muy probable. En determinadas condiciones, vencer la timidez a hablar con la máquina tiene ventajas. Una de las ironías utilizada por Siri sobre su propio trabajo se refiere a programar la alarma del despertador –del iPhone y del Apple Watch–, pero es que es realmente mucho más rápido pedir al asistente que programe la alarma que seguir todos los pasos en una pantalla.
En la conferencia del mes pasado, Google lanzó Assistant, un aparato con vocación de ayudante doméstico, que funciona mediante la voz. El motor de voz ha sido combinado con tecnologías de inteligencia artificial para hacerlo conversacional, de forma que aprenda y que sea capaz de contextualizar una petición determinada según multitud de factores de la misma forma que hacemos los humanos.
El asistente de Google se parece mucho a una de las novedades recientes de Amazon, un aparato llamado Echo. Lo que hace este último es muy completo, desde actuar como altavoz omnidireccional para reproducir música de múltiples servicios, como Spotify o Pandora, informar sobre el tiempo, el tráfico, tiendas, resultados deportivos, a activar dispositivos del internet de las cosas, como termostatos o bombillas inteligentes, e incluso operar servicios como Uber.
Todo se concentra en una pequeña columna con forma de altavoz, o de jarrón. Los asistentes de voz van a ser cada día más comunes en nuestros hogares. Además del ahorro de tiempo y dinero que pueden suponer muchas de sus funciones, las grandes compañías de Silicon Valley están interesadas en extender su negocio en la rama de servicios.
La renovación de aparatos, como acaba de revelar con crudeza la bajada de ventas de smartphones en todo el mundo, puede convertirse en una pesadilla. Por eso las compañías tecnológicas afianzan cada vez más sus ingresos en la carpeta de servicios. Y los asistentes de voz, capaces de reservar una mesa en un restaurante, de comprar entradas para un espectáculo o de pedir cualquier producto, van a permitir multitud de alianzas de negocio en el sector.
La idea del asistente de voz es que este no resida en un punto concreto, en un dispositivo fijo. Assistant o Echo son dos altavoces-florero que sirven para interactuar con la inteligencia artificial de sus respectivas compañías, pero no son el centro de la actividad.
El Assistant de Google, por ejemplo, puede tener continuidad en el teléfono, en el coche, con su servicio Google Car, o mediante un reloj con Android. La idea es que el recurso a cada uno de estos grandes agregadores de servicio se pueda hacer de forma inmediata independientemente de las circunstancias en las que nos encontremos.
La voz es la forma más natural que tenemos de comunicarnos. Mucho más espontánea que el teclado. Apple ha llevado Siri al reloj, al teléfono, a la televisión y, ahora a los ordenadores.
Este salto debería comportar (o no) cierto cambio de costumbres de los usuarios a la hora de interrelacionarse con los dispositivos. Hasta ahora, hemos mantenido cierta distancia con las máquinas a la hora de hablar. Uno de los obstáculos es que los primeros sistemas sólo sabían atender instrucciones concretas, de forma que quien terminaba hablando como un robot era precisamente el consumidor.
La introducción de tecnologías de inteligencia artificial y las cualidades conversacionales a Siri, Google Assistant, Echo y los que vengan van a determinar si acabaremos conversando con las máquinas o, por contrario, seguiremos como hasta ahora, aporreando teclas.
La voz es un sistema mucho más natural y espontáneo para comunicarnos que el uso de un teclado