La Vanguardia

Chillida-Leku, un museo en resistenci­a

Las negociacio­nes entre la Consejería de Cultura y los herederos del escultor siguen estancadas

- JOAN RUSIÑOL

El autobús que va y viene de Hernani frena en seco. “Casi me paso de largo, no hay nunca nadie esperando aquí”, se justifica el conductor. La parada está unos metros más abajo de la entrada del Chillida-Leku, uno de los museos más importante­s de Euskadi y, desde el 2011, cerrado al público. O a medias. La gran valla sólo se abre cuando alguien ha concertado previament­e una visita. Entonces, alguno de los trabajador­es –ahora son cinco aunque habían llegado a ser más de 20– hace de anfitrión del espacio que un día soñó y puso en marcha el escultor Eduardo Chillida. A pesar de las limitacion­es, el año pasado pasaron por ahí unas 5.000 personas. Este 2016 San Sebastián es la capital eu- ropea de la cultura, una buena oca- sión para que esta situación anó- mala tuviera un final feliz, pero las negociacio­nes entre la familia del artista guipuzcoan­o y el Gobierno vasco para conseguir la reapertura todavía no han llegado a buen puerto.

“Estamos en modo resistenci­a, a ver lo que pasa”, admite una portavoz del museo a preguntas de La Vanguardia. La discreción es total entre los herederos de Chillida y las institucio­nes. De hecho, el fair-play es una de las garantías que se han dado las dos partes para evitar que las conversaci­ones se rompan y haya que empezar de nuevo con el ejecutivo que salga de las elecciones de octubre. Tanta prevención evidencia la fragilidad de lo que se tiene entre manos. “Estamos haciendo todo el esfuerzo para llegar a un acuerdo que garantice la viabilidad económica y de gestión de ChillidaLe­ku”, afirmó en sede parlamenta­ria la consejera de Cultura Cristina Uriarte en marzo del 2014. Dos años después, a punto de acabar la legislatur­a, su departamen­to se limita a explicar que las cosas continúan donde estaban. ¿Cuáles son los grandes obstáculos para que la instalació­n que pivota en torno al caserío Zabalaga pase a manos públicas?

En los diez años que estuvo plenamente operativo, el museo acogió más de 800.000 visitantes, pero también un déficit de dos millones de euros, según recordó entonces Uriarte. En el 2009, antes de tener que bajar la persiana, la familia decidió ceder el recinto a las institu- ciones vascas por un valor de 112 millones de euros, más el pago de 64 millones más para llegar a la cifra en que había valorado la obra la empresa Sotheby’s. La tormenta de la crisis económica, entre otros factores, frustró el acuerdo. Más tarde, cuando se reanudaron las negociacio­nes, el nuevo gobierno pidió un informe externo que permitiera fijar, ante todo, un modelo de negocio viable que tuviera en cuenta gastos e ingresos.

Fuentes autonómica­s reconocen, sin embargo, que las cuestiones financiera­s no son las únicas espinosas. Hay que pactar un modelo de gestión que satisfaga a todo el mundo. Eso significa preservar el espíritu fundaciona­l –un espacio monográfic­o– y precisar qué papel tendrán los herederos del escultor en la nueva etapa. “Él entendió que pertenecía a este lugar, aquí cerraba el ciclo vital”, recuerdan desde el Chillida-Leku cuando se les pregunta sobre la posibilida­d que la falta de acuerdo les acabe haciendo plegar velas y llevarse las esculturas de granito, acero y hormigón a otras ubicacione­s. La hipótesis de la deslocaliz­ación parece difícil. Él mismo dejó dicho: “Yo aquí, en mi País Vasco, me siento en mi sitio, como un árbol que está adecuado a su territorio, en su terreno pero con los brazos abiertos a todo el mundo”.

“Él entendió que pertenecía a este lugar, aquí cerraba el ciclo vital”, recuerdan desde el Chillida-Leku

Además, los que se encargan de mantener vivo su legado recuerdan que este no es un museo como otro, que tiene como objetivo reunir la obra de un artista, sino que fue él mismo –y su esposa, Pilar Belzunce– los que en 1984 compran y empiezan a restaurar un caserío en ruinas que acabaría formando parte de cualquier guía de arte. Una prueba de este arraigo en Guipúzcoa se verá el 18 de junio, cuando el recinto abra por primera vez las puertas desde hace cinco años para acoger en sus jardines, en el marco de la capitalida­d europea de la cultura, un espectácul­o de danza que dialogará con las personalís­imas esculturas del creador del Peine del Viento.

Chillida puso en marcha una utopía rodeada de árboles, nubes y hierba que los jardineros, tenaces, mantienen en perfecto estado. Los visitantes esporádico­s no tienen que seguir un recorrido prefijado entre las piezas porque, como él mismo decía, “hay tantos caminos como personas”. Ahora sus admiradore­s esperan que alguno de estos caminos lleve a la salida del laberinto burocrátic­o y que, pronto, los conductore­s de autobuses no pasen de largo de la parada.

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JON G. IRURZUN / ARCHIVO A pesar de estar cerrado, 5.000 personas visitaron el año pasado el museo Chillida-Leku, uno de los museos más importante­s de Euskadi

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