La primera víctima.
El ‘premier’ británico se va tras perder la consulta del ‘Brexit’ por 52% a 48%
David Cameron (en la foto junto a su esposa), que lo apostó todo al referéndum para afrontar la división en su partido, anunció su dimisión para dentro de tres meses.
En diciembre de 1962, en un discurso en la academia militar de West Point, el entonces secretario de Estado norteamericano Dean Acheson dijo la famosa frase de que “Gran Bretaña ha perdido un imperio pero todavía no ha encontrado su lugar en el mundo”. Pues bien, 53 años después sigue sin encontrarlo. De hecho, en medio de una de esas crisis existenciales propias de la cincuentena, acaba de romper en mil pedazos el que tenía, como gran potencia de la periferia de Europa, sexta mayor economía del mundo y punto de encuentro entre los Estados Unidos y la UE. En vez de cambiar a su mujer por otra más joven, de tirarse en paracaídas, comprarse un Porsche o una Harley Davidson, le ha dado por divorciarse de Bruselas.
El resultado del referéndum británico es la primera gran derrota política de la globalización y el orden socioeconómico posterior a la gran crisis financiera del 2008 (la segunda podría ser la victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas de noviembre), y le ha costado el puesto a David Cameron. Como había pronosticado el exministro eurófilo tory Kenneth Clarke, el premier no sobrevivió ni 45 minutos al Brexit.
A las ocho y cinco de la mañana, con la voz temblorosa y sin haber dormido, compareció a la puerta del 10 de Downing Street para anunciar que dejará el cargo antes del congreso conservador de octubre, y que su sucesor (¿Boris Johnson, Michael Gove, Theresa May?) se encargará de negociar los términos de la desconexión. “Los votantes han hablado, hay que respetar su decisión, y mi papel ahora es evitar que el barco haga agua”.
La convocatoria del referéndum por razones de política interna de partido, y para aplacar a los euroescépticos, pasará a la historia como uno de los grandes errores de cálculo en la política británica. Acos- tumbrado a ganar, ni en sus más remotos sueños imaginó Cameron que el tiro le saldría por la culata de una manera tan espectacular, contando con el apoyo de Obama, de Merkel, del FMI y de todos los estamentos del establishment internacional. Su biografía dirá que fue el hombre que sacó al Reino Unido de Europa.
Los británicos se han rebelado precisamente contra el orden establecido, contra un mundo de deslo-
Desafección.
El Reino Unido nunca estuvo enamorado de la UE, se resistió a los intentos de una unión política cada vez mayor y al federalismo, prefiriendo una alianza sólo comercial. Ha sido un matrimonio de conveniencia sin final feliz.
Voto de protesta.
En Gran Bretaña no hay un Podemos o un Ciudadanos porque el sistema mayoritario protege a los grandes partidos. Pero en un referéndum la gente ha votado por cambiar las cosas, contra los efectos de la globalización y la desigualdad entre el Londres rico y las regiones pobres del norte industrial.
Coalición antisistema.
A los indignados ingleses se han sumado los nacionalistas de toda la vida y los nostálgicos del imperio.
Participación.
Los euroescépticos han estado muy motivados y han acudido a las urnas en mayor número que londinenses y escoceses.
Auge de la ultraderecha.
El discurso xenófobo de Nigel Farage (UKIP) ha calado no sólo entre los conservadores del campo, sino entre las clases obreras laboristas del norte de Inglaterra que acusan a los inmigrantes de quitarles los puestos de trabajo y saturar los servicios sociales.
Nuevas tecnologías.
Internet, Twitter y Facebook alimentan un discurso mucho menos sofisticado que el de los periódicos. El nivel educativo ha bajado y la gente se informa de la política como del fútbol, oyendo sólo lo que quiere oír y simplificando el mensaje.
Multiculturalismo.
El impacto no resuelto de la transformación de una sociedad en la que ahora se mezclan muchas razas, nacionalidades y religiones, con fuerte presencia de musulmanes, en la que muchos ingleses blancos no se reconocen.