La puerta de salida
EN uno de los capítulos de la serie Sí, ministro, el titular de la cartera de Asuntos Administrativos (Paul Eddington) mantiene la siguiente conversación con su secretario (Nigel Hawthorne): –¿Pero el Ministerio de Asuntos Exteriores no se da cuenta de que con estas políticas daña la idea de Europa? –Estoy seguro de que sí y por eso las apoya. –¿Pero el ministerio no es proeuropeo? –Sí y no. Es proeuropeo porque en realidad es antieuropeo. Toda la Administración estaba unida en su deseo de que el Mercado Común no tuviera éxito. Por eso entramos. –¿Qué quiere decir? –Pues que Gran Bretaña tiene el mismo objetivo desde hace 500 años, crear una Europa desunida. Por eso hemos luchado con los holandeses contra los españoles, con los alemanes contra los franceses, con los franceses e italianos contra los alemanes y al lado de los franceses contra alemanes e italianos. Dividir para vencer. ¿Por qué tendríamos que cambiar?
Tras la Segunda Guerra Mundial, los países continentales comprendieron que otro enfrentamiento era insostenible y que la recuperación pasaba por la cooperación. Alemania y Francia lideraron la construcción del Mercado Común, mientras el Reino Unido se quedaba al margen hasta que se dieron cuenta de su error. Entonces De Gaulle les impidió la entrada porque consideraba que los británicos tenían una mentalidad insular. Finalmente, en 1974 y con un primer ministro conservador (Edward Heath) fueron admitidos. Ahora, otro premier tory les ha permitido salir. Nadie le había pedido un referéndum para marchar, pero pensó que era una manera de ganarse al ala euroescéptica de su partido y frenar al UKIP. El resultado es que Gran Bretaña ha votado irse, Escocia quiere independizarse, Irlanda del Norte se plantea unirse a Eire, la UE queda tocada y la economía europea va a la UVI. Cameron no era el más demócrata, sino el más insensato.