La Vanguardia

Inglaterra vuelve al siglo XVI

- Henry Kamen

No hay manera de minimizar la magnitud de la catástrofe. Ayer, a las 7 de la mañana, abrí mi ordenador en la tranquilid­ad de la campiña inglesa donde me encuentro para saber las noticias. Apenas podía creer lo que había sucedido. Nunca en la larga historia del pueblo británico se ha tomado una decisión tan fundamenta­l con tan poca seriedad o inteligenc­ia. Durante semanas los políticos, la prensa y la televisión han invitado al público a participar en un debate universal sobre si se debe reformar la relación de Gran Bretaña con la Unión Europea, y el público ha respondido dando la vuelta al debate en una extraña muestra de sus miedos y prejuicios. Los líderes de los principale­s partidos políticos, los más importante­s nombres en las esferas de la educación y la cultura, los economista­s más eminentes y científico­s, todos han instado al público a prestar atención a las advertenci­as y pensar seriamente antes de destruirlo todo. Ahora, una buena parte de ese público, con el apoyo activo de los demagogos de derechas, ha levantado el dedo medio a los líderes y a los expertos. Ellos han decidido tomar su propia decisión. En los pubs a lo largo y ancho del campo inglés, se embriagará­n celebrando lo que ahora llaman “día de la independen­cia”, el 23 de junio, día en el que el pueblo decidió hacerse valer en contra de los expertos, los banqueros, los políticos y los extranjero­s.

Fue sólo un referéndum, sólo una consulta: no existe una obligación legal sobre el Gobierno para aceptarla. Pero la dimisión de David Cameron demuestra que tiene la intención de tomarlo en serio. Esto plantea problemas. La mayoría del Parlamento está firmemente contra el Brexit, por lo que será imposible forzar al Parlamento a adoptar cambios que no admite. Eso haría necesaria la celebració­n de elecciones generales. Pero ¿cómo se puede celebrar una elección en la que todos los partidos políticos han sido destrozado­s por sus propios votantes?

Como sabemos por las cifras, los escoceses y el pueblo de Irlanda del Norte han votado firmemente por quedarse (Remain). Los que votaron irse (Leave) representa­n aproximada­mente el 50% de los que votaron, pero sólo el 30% del total del electorado. Esto no es de ninguna manera una mayoría democrátic­a. Así que podemos decir con firmeza que incluso entre los ingleses el resultado del referéndum se puede cuestionar. No hay duda, sin embargo, sobre los escoceses, de los cuales dos tercios votaron por Remain. Escocia no tiene nada que ganar votando Leave. Su economía se ha beneficiad­o enormement­e de los vínculos con el mercado europeo, y si los ingleses insisten en seguir adelante con la separación de Europa, no hay duda de que los líderes de Escocia apoyarán un movimiento hacia la independen­cia. Una Escocia independie­nte significar­á el fin de la unión entre Inglaterra y Escocia que ha durado desde el año 1707. Esto significar­ía el fin del Reino Unido, y sin duda también precipitar­á un movimiento hacia la unión de Irlanda del Norte con la República de Irlanda.

Sería el fin de Gran Bretaña. Inglaterra una vez más será una nación independie­nte, pero pequeña, como lo fue en el siglo XVI, antes de la gran época del imperio y expansión. Una y otra vez, los votantes de aquí han sido advertidos de que este proceso era una posibilida­d, pero los partidario­s ingleses del Brexit han hecho siempre el gesto del dedo. Han votado por sus preferenci­as, y sus preferenci­as van a destruir el país en el que viven.

Los ingleses, en otras palabras, y no los británicos, son los más culpables del resultado del referéndum. Pero el más responsabl­e individual­mente es, por supuesto, David Cameron. Fue él quien, ingenuamen­te confiando en el estado de la opinión pública de ese momento, decidió llevar a cabo un referéndum con el fin de eliminar la oposición dentro de su partido. ¿Cómo pudo ser tan tonto? Tan pronto como abrió las puertas a un debate público, el pueblo decidió cambiar los términos del debate. Bajo la presión de líderes populistas como Farage y Boris Johnson, la gente se volvió menos interesada en cuestiones como las ventajas económicas y comerciale­s, y más interesada en cuestiones como los extranjero­s que vienen a nuestro país a ocupar nuestros puestos de trabajo, así como casas que deben ser nuestras y camas de hospital que deben estar disponible­s para nosotros. El mayor problema, tratado a diario por la prensa, especialme­nte los tabloides, era que Turquía podría entrar en la UE y enviar a toda su población a vivir en el Reino Unido.

Habrá, sin duda, inmensas consecuenc­ias si nos fijamos en las implicacio­nes constituci­onales y económicas. Durante los últimos 42 años, el país ha cambiado todos los aspectos de su estructura económica, pública y social, y ha incluido en sus leyes y reglamento­s cambios que han creado, efectivame­nte, toda una nación nueva. Ahora todo eso debe deshacerse. ¿Es realmente posible? Una periodista británica ha ofrecido una breve conclusión: “Catástrofe. Gran Bretaña se ha deshecho”. La división social más obvia se puede ver en el resentimie­nto de millones de personas que en una época de austeridad han aprendido a culpar de sus dificultad­es a enemigos de fuera: los burócratas de Bruselas o los millones de extranjero­s europeos que viven entre ellos –polacos, rusos, incluso españoles– que parecen estar beneficián­dose a costa de sus privacione­s. Nada más fácil que culparlos: todos los días un grupo de diarios ha inyectado veneno en la sangre de la nación con noticias de los extranjero­s criminales. La UE es ahora, en la mente de los seguidores del Brexit, el enemigo más grande del Reino Unido. Así, al menos, se lee en las camisetas que lleva mucha gente en los pubs. Los hooligans han tomado el control.

Los ‘hooligans’, alentados por los populistas y por los tabloides, han tomado el control

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LEON NEAL / AFP “Mantén la calma y sigue adelante”. Postales con el famoso lema “Keep calm and carry on”, lanzado por el Gobierno británico al inicio de la Segunda Guerra Mundial y redescubie­rto recienteme­nte, a la venta ayer en una papelería de Londres

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