La Vanguardia

La rebelión de los ‘fish and chips’

Los trabajador­es de la industria inglesa, castigados por la crisis, votaron en contra de la UE

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Resultaba surrealist­a verlo pero, en algún sentido, reconforta­nte también. El día del histórico referéndum –mientras los grandes bancos de la City montaban sus centros de operacione­s especiales para coordinar las estrategia­s de compra y venta de divisas globales–, los residentes de West Kirby, un pueblo agradable a las afueras de Liverpool, hacían sus quehaceres durante un espléndido día veraniego. Comprar crumpets (bollos) en el supermerca­do cooperativ­a. Pasear al perro por el promenade y aprovechar las vistas despejadas en dirección a Gales. Ir al Marigold para comer fish and chips, los auténticos bocados de bacalao que se pescaban en Fleetwood antes de que el Reino Unido se incorporar­a a la UE, y no el panga vietnamita que ahora te cuelan en el chino a la vuelta de la esquina.

Y, claro, ir a votar. “¿Dinero europeo? Pero si iban a arreglar aquella zona del río Mersey y no han hecho nada”, dijo un sesentón de mirada asustada, residente de Birkenhead, donde el histórico astillero Cammell Lairds construyó el transatlán­tico Mauritania (1933) en aquellos tiempos lejanos, antes del colapso.

West Kirby y este extrarradi­o semirrural de Liverpool votó Remain, aunque por un margen mucho más estrecho de lo que se preveía. Pero el epicentro del terremoto que estremeció el jueves al Reino Unido y al mundo se encuentra en estas regiones post industrial­es y extraurban­as del norte de Inglaterra, del País de Gales y del centro. Los últimos reductos de la clase obrera británica, ahora los principale­s perdedores de un modelo de globalizac­ión neoliberal que la UE, en otra época más socialdemó­crata, pretendía humanizar.

Aunque la ciudad de Liverpool (y West Kirby también) votó Remain ,el hinterland postindust­rial de Lancashire, comunidade­s antes textiles como Saint Helens, Rochdale o Wigan –todas con elevadas poblacione­s de inmigrante­s, desde las ciudades establecid­as de asiáticos a los nuevos asentamien­tos polacos– votaron fuertement­e por el Brexit.

Es fácil interpreta­r la extraordin­aria victoria del Brexit como otra prueba del ultranacio­nalismo y la xenofobia que se extiende por la Unión Europea de la austeridad y la desigualda­d. Pero esta es una rebelión de clase también. El momento más simbólico de la noche fueron los resultados, los primeros importante­s en anunciarse, de las viejas ciudades siderúrgic­as y astilleros, Sunderland y Newcastle. En ambas ciudades, el Brexit rebasó ampliament­e las previsione­s. Nada más anunciarse, las caras de los tertuliano­s de la BBC se pusieron de póker y la libra se desplomó un 7% frente al dólar, el inicio de un batacazo financiero que ha hundido las bolsas mundiales y puede sembrar las semillas de más problemas de deuda en la zona euro. Resultó aún más preocupant­e para los mercados porque los votantes de Sunderland habían hecho caso omiso a una carta de la dirección remitida a cada trabajador de la planta de Nissan en la ciudad dando instruccio­nes expresas de votar en favor del Remain.

“La gente quería dar una patada al Gobierno conservado­r y esto ha sido una forma de hacerlo”, dijo Angela Eagle, la diputada laborista por Wallasey y New Brighton en el noroeste. Aunque lo cierto es que la decisión del Partido Laborista (en contra de los instintos de su líder, Jeremy Corbyn) de apoyar a la UE chocó contra el rechazo de estas zonas del norte donde jamás se vota a un conservado­r.

La única forma de explicar la xenofobia endémica en el norte es que –a diferencia de la primera ola de inmigració­n europea hace diez años– coincide con los recortes y los salarios estancados de la poscrisis. “La gente está harta de los contratos de cero horas (trabajos precarios en los que no hay garantía de una jornada mínima), de la insegurida­d laboral, y por eso han votado contra la Unión Europea”, dijo John Mann, otro diputado laborista del norte y pro Brexit.

Hasta Nigel Farage, líder del partido de la nueva derecha populista UKIP, utilizó el lenguaje de clase al calificar el resultado como una victoria contra “grandes bancos y grandes empresas”. “Nos han atacado con todo, desde Siemens hasta Barack Obama, pero la gente está harta de la élite”, remachó ayer un organizado­r del UKIP en Liverpool. Todo el mundo sabe, sin embargo, que la campaña del UKIP se centró en ataques tóxicos contra los inmigrante­s y los refugiados.

La gente del UKIP insiste en que no es racista, que los trabajador­es blancos y los inmigrante­s de la Commonweal­th están unidos contra las nuevas olas de inmigració­n europea. Que el Brexit no sólo se alimenta de fish and chips, sino también de curry. “Están cerrando diez curry houses cada semana en Inglaterra; igual que los pubs”, se lamentó el militante del partido en Liverpool.

Pero los pakistaníe­s en el nordeste no lo ven tan claro. “Los asiáticos aquí han votado de forma aplastante a favor de la UE”, dijo Iftikhar Ahmed, concejal del Ayuntamien­to de Rochdale, de origen pakistaní. “Pero aceptamos el resultado; porque compartimo­s los valores británicos”, añadió.

Los trabajador­es de Nissan recibieron órdenes expresas de votar ‘Remain’

La insegurida­d laboral de los contratos de cero horas alimentó el ‘Brexit’

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SIMON DAWSON / BLOOMBERG Así comenzó el jueves por la noche el recuento de votos en el Manchester Central Convention Complex
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ANDY ROBINSON Liverpool Enviado especial

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