Llega el tiempo de los monstruos
Se acaba de cumplir en el Reino Unido una ley tan irónica como la de Murphy: “Siempre que el establishment se une, se equivoca”. Pablo Iglesias tiene puestas en esta ley sus esperanzas. Podríamos llamarla “ley de David” y es que cuando las élites se juntan para lograr un objetivo, adoptan la pose prepotente de Goliat. El joven David, armado con una honda, se acerca sin miedo al campo de batalla. Lleva coleta y viste sin estilo. Si en las anteriores elecciones era el lobo, ahora Iglesias es el valiente David que encarna la irritación del buen pueblo abrumado por los gigantes, por las élites. Su voluntad de poder es colosal: hace dos años se inventó un partido y ya juega para ganar. Puede derribar al gigante (extraño Goliat es Rajoy ciertamente: no tiene porte de depredador, sino de apático funcionario de provincias; y no es mal disfraz).
“Siempre que el establishment va unido, se equivoca”. Días atrás, esta ley favorecía a Iglesias. Podía dar el sorpasso incluso a Rajoy. Las encuestas no lo decían, pero marcar la agenda de la campaña es indicio de victoria. Ahora bien: dos grandes olas han invadido de repente la playa electoral. La conjura entre el ministro Fernández y el magistrado De Alfonso puede reforzar a Rajoy (no son pocos los españoles que votarán más a gusto conociendo las anchas alcantarillas del Estado). Y después ha caído la bomba del Brexit, que asusta un poco más a las clases medias; y da alas a la libertad de transgredir. Este final inédito de campaña puede favorecer el arrebato conservador (y reforzar así Rajoy); o, por el contrario, puede desatar los vientos que abandera Iglesias. De nuevo, Gramsci recuerda: lo viejo no ha muerto, lo nuevo todavía no ha nacido. Mientras tanto, es tiempo de Brexits, es decir, de monstruos.
PABLO IGLESIAS Si en las últimas elecciones era el lobo, ahora Iglesias es el valiente David que encarna la irritación del buen pueblo