A ritmo de bolero
Reflexionar en medio de este largo fin de semana tiene un riesgo añadido: que los electores relativicen aún más el papel de los políticos. Meditar por segunda vez en seis meses para decidir sobre los mismos partidos, las mismas caras y los mismos límites tiene su morbo complementario: saber si los votantes van a ser fieles a la propia decisión que tomaron el 20-D. Y no será porque algunos no tengan desde el miércoles elementos añadidos para dejar de hacerlo.
El terremoto de las conversaciones entre dos altos cargos públicos que, uno por bando y presuntamente, usaron los medios a su alcance para tramar conspiraciones partidistas para boicotear el 9-N no es cuestión baladí. Por todo esto, que no es poco, si la jornada de reflexión electoral de hoy tiene algún valor complementario es este. Y esta es la diferencia con sus equivalentes de comicios anteriores. Fechas devaluadas porque las causas que inspiraron su fundación han cambiado al ritmo que lo hemos hecho las personas ahora directamente dependientes de las tecnologías. Tanto, que hoy sabemos por el móvil si los canales tradicionales nos callan algo. Eso significa que el medio ya no es el mensaje
Candidatos y votantes podrían hallar en esos pequeños poemas lo que imponen los sentimientos
porque el mensaje ya está en el medio. McLuhan revisitado.
La paradoja es que, a causa de la acumulación de tantos datos, noticias, rumores y especulaciones, el ciudadano infiel no tiene donde agarrarse a la hora de definir su quiniela defendiéndose a la vez de tanta propaganda. Excepto aquellos que han hecho de su convicción su vida, el resto sobrevive a la duda, más o menos amplia, que afecta a un número mayor o menor de partidos que son aquellos a los que se puede tener claro que no votarán nunca, sí, pero incertidumbre al fin. Y la duda es bolero. De eso Teresa Pàmies sabía mucho. Tanto, que, si hoy siguiera entre nosotros, iría desmenuzando todo lo que nos pasa enlazando cada crónica con las letras de esas canciones que ya lo habían cantado antes.
Por eso, los candidatos por un lado y los votantes por otro podrían encontrar en aquellos pequeños poemas de amor y desespero, de obsesiones y traiciones, lo que imponen los sentimientos al límite. También los políticos. Sería interesante escuchar a Pablo Iglesias presentarse ante los votantes de derechas entonando, cual desgarrada Olga Guillot, que él es lo prohibido. Y a Pedro Sánchez declamar ante los dudosos votantes socialistas que “por si te quedas, tendré que rescatar mi primavera que se quedó dormida entre los brazos de otra quimera”. Y Rajoy a los suyos que “mi suerte necesita de tu suerte y tú me necesitas mucho más” para invalidar la tentación de que se pasen a Rivera. Y los cuatro a coro: “Hallarás mil aventuras sin amor pero al final de todas sólo tendrás dolor”. El elector, receloso y reticente, se sumaría al estribillo para replicar: lo dudo, lo dudo, lo dudo. ¿Qué?, ¿cantamos?