Más petardos, menos gente
Los barceloneses se marchan de puente y, aunque se venden muchas más tracas, la ciudad vive un Sant Joan especialmente tranquilo
Las playas de Barcelona acogen cada año a menos gente durante la noche más corta del año. En la última celebración de Sant Joan apenas congregaron a 52.000 personas. El año pasado fueron 55.000. Otros veranos se rondaron los 100.000. El olor a plástico quemado, la policía despertando borrachos al alba, toneladas y toneladas de basuras sobre la arena no animan precisamente a... La ciudadanía prefirió abandonar la ciudad y todas sus incomodidades, disfrutar de una pequeña escapada de tres días. Esta fiesta que marca el inicio del verano ofrece siempre muy interesantes indicadores sobre la percepción general del estado de la economía.
Las verbenas de barrio experimentaron los últimos años un inusitado resurgir, sobre todo aquellos veranos en los que las evoluciones de la prima de riesgo anunciaban un inminente Apocalipsis. De repente, la gente y sus tristes monederos redescubrieron los placeres de los saraos muy económicos, de las cenas preparadas en casa y comidas en la calle, de las latas de cerveza compradas en el supermercado y enfriadas en una nevera portátil, del reencuentro con el vecino de toda la vida en pantalones cortos. Qué bonito resultaba ver a los niños en pandilla recogiendo maderas para echar en la hoguera del barrio, igual que antes. Si gastas poco no te sientes culpable. Lo que ocurrió es que la mayoría ya se acostumbró a vivir en la incertidumbre, y el temido Apocalipsis no termina de llegar. Y tomarse una lata de cerveza con el vecino en pantalón corto tampoco resulta tan estimulante si uno puede...
Muchas familias están aprovechando que ayer fue fiesta y ahora están de puente. Pocas escenas ilustran la percepción ciudadana sobre la economía como la de las retenciones de tráfico del jueves por la tarde. Además, la Associació de Fabricants i Majoristes de Pirotècnia de Catalunya (AFMPC) calcula que estos días las ventas llegaron a los 18 millones de euros, dejando atrás los tristes 13,5 millones del 2012. Y las verbenas de los barrios de Barcelona, si bien no fueron tan populosas como en años anteriores, fueron más ruidosas y vistosas. La gente no se gastó el dinero en petardos que sólo hacen pum, sino en cohetes de doce euros que explotan en llamativas palmeras de colores. Uno de ellos se coló por la ventana de una vivienda del barrio de Sant Antoni. Pero no pasó nada. Todas las notas de prensa remitidas al día siguiente por las administraciones insistieron en que la fiesta transcurrió sin incidentes. Años atrás las informaciones detallaban incluso las amputaciones de dedos sufridas por culpa de una mecha defectuosa o una imprudencia, pero ahora estas referencias son mucho más genéricas y ayer el SEM se limitó a señalar que realizó más de 230 intervenciones motivadas por “patologías” propias de Sant Joan.
Pocas escenas ilustran la percepción de la economía como la de las retenciones de tráfico