Paz interior y pamplinas
Cuánta confianza se ha de tener con la persona que está delante para decirle que tiene restos de comida entre los dientes o un moquito colgando? Es algo que me atormenta porque a priori pensaría que, por poca confianza que haya, yo le haría el favor a ese interlocutor que luce un verde extra de advertirle a tiempo antes de que vaya acumulando más momentos bochornosos. Pero no es así. Cuando lo tienes delante es complicado dar el paso. ¿Dónde encajas la frase “tienes un moquito”? De hecho ese pequeño moco se convierte en el centro de tu atención. Se amplifica, coge volumen y vida, y ya no oyes nada de lo que sucede alrededor, y mucho menos, de lo que te está diciendo el mismo portador de la pelotilla. Primer intento: hacer el gesto con el dedo en la propia faz, por si las neuronas espejo del otro nos hiciesen un empático favor. Segundo intento, decirlo de forma sutil, escondiendo el mensaje en un carraspeo: ejem-tienesunmoco-ejem. Y si ninguna hace efecto, que se lo diga otro, si tiene agallas.
A lo mejor es por eso, porque no os tengo delante, ni os conozco, ni tengo confianza ni autoridad, que me atrevo a sugeriros que os quitéis una frase de entre los dientes. Una que se usa demasiado y que, a mi juicio, no habla muy bien del que la dice. De hecho quiero convertir esto en una queja formal: erradiquemos cualquier
Una conciencia tranquila ya no es señal ni garantía de nada más que de autocomplacencia con uno mismo
expresión que aluda a la “conciencia tranquila” cuando se refieren a actos que afectan a otros (y no al propio esfuerzo) del tipo: “duermo con la conciencia tranquila”, “tengo la conciencia en paz”. ¿Por qué? Porque la mala praxis ha embarrado su significado noble, y ahora es como una camiseta de los Rolling: todo el mundo tiene la misma, y ya no luce. Una conciencia tranquila ya no es señal ni garantía de nada más que de autocomplacencia con uno mismo. Denota falta de empatía, de dudas o de remordimiento, y eso no es una virtud. Se han cometido tantas atrocidades con el beneplácito de una paz interior. Ha habido ladrones, políticos corruptos, adúlteros, maltratadores, sádicos, dictadores y torturadores que a la hora de ponerse el pijama han disfrutado siempre de ocho horas de plácido sueño. El que duerme profundamente por la noche, siendo capaz de desconectar de todos los problemas que le acaecen durante el día, es, además de muy afortunado, un inconsciente, pero eso ya lo digo de pura envidia.
Hay padres que desenchufan tan profundamente que ni oyen el llanto de sus hijos; por tanto, siempre es el otro el que hace guardia noche tras noche. Esos progenitores tienen, usando una expresión de mi hijo, “un morro que se lo pisan”, y fíjate, la conciencia muy tranquila.
Por eso sugiero, con la poca autoridad que me otorgo, que ojo al usarla y ojo al oírla en boca de otros, porque la paz interior ajena no es de fiar. Ya lo dijo Albert Schweitzer, premio Nobel de la Paz de 1952: “La conciencia tranquila es un invento del diablo”. Pues eso.