¿Un verano sin deberes?
Las escuelas innovadoras sugieren lecturas y actividades voluntarias
La comunidad educativa está dividida en cuanto a la conveniencia de imponer a los alumnos obligaciones escolares en verano. Por un lado, unos creen que los deberes fijan los conocimientos adquiridos durante el curso. Otros sostienen que ese trabajo es improductivo e injusto para unos niños que han cumplido el curso de forma óptima. Es tiempo de jugar y divertirse, consideran. Algunos padres los mantendrían pero la mayoría optaría por eliminarlos (tal y como se recoge en la federación de las ampas españolas). En lo que sí hay acuerdo es en los alumnos que han suspendido alguna materia: para ellos es tiempo de recuperar el paso perdido con el fin de retomar la marcha en septiembre al ritmo de sus compañeros. ¿Deberes sí, deberes no? ¿Son una carga o un buen hábito? ¿Justos o injustos? No hay respuesta unánimes. Sólo algunas reflexiones.
Las escuelas innovadoras. No a la obligación. “Los deberes son un soporte a un aprendizaje que el niño está adquiriendo en ese momento”, sostiene Boris Mir, impulsor de la red Escola Nova del segle XXI. “Aprende en la escuela y en casa, esa misma tarde, lo recuerda”, continúa. El verano queda lejos de la experiencia. Los aprendizajes que persiguen las escuelas innovadoras son “significativos” y no se olvidan como sí ocurre con los “memorísticos”. “El verano es para disfrutar –indica– para hacer actividades lúdicas, divertirse con los intereses propios y compartir experiencias con familia y amigos”, afirma. Del mismo modo piensa Coral Regí, directora del Virolai. “Nosotros recomendamos lectura libre de libros y que hagan, si lo desean, diarios collage, explicando sus experiencias. Les animamos a que expliquen si han hecho mermelada o un herbario, si han ido al pueblo con sus abuelos, si han ido a París. Que lo cuenten, que aporten datos y lo ilustren con fotos, dibujos, audios. Que se envíen cartas entre ellos o las dirijan a los profesores”, explica Regí. En la Escola Garbí, se cuelga en el campus virtual sugerencias de lecturas (prescritas por los propios alumnos), películas y actividades en inglés. Y además se incluyen retos hechos por los profesores adecuados a todas las edades, de unas 10 horas de duración, que busca divertir y estimular un trabajo competencial. “Es voluntario”, confirma Jordi Carmona, el director, “pero muchos lo hacen porque les gusta”. En la Escola Pía de Olot, los niños de 3 a 7 años llevan el primer día de curso una caja con sus tesoros de verano. ¿Qué representa para él? ¿Dónde lo encontró? ¿Tiene utilidad? Todos los objetos se unen y se exponen en un espacio. Así empezará el próximo curso.
La desigualdad social. Los hijos de las clases altas inglesas empiezan a leer el periódico en la adolescencia. Los editoriales del día se cuelan en las conversaciones de la cena. Estos chicos de 14 y 15 años reciben de boca de sus padres auténticas lecciones de historia, geografía, política, economía, ciencia y lengua. Nacer en uno de esos hogares capaces de transmitir la cosmovisión compleja del mundo marca una diferencia abismal académica respecto a casas de entornos desfavorecidos. “Los ricos siempre están haciendo deberes”, señala el filósofo y pedagogo Gregorio Luri. En realidad, la desigualdad se inicia en los primeros meses, cuando los bebés de alta cuna escuchan un lenguaje complejo, rico en vocabulario que luego pueden reproducir e identificar en sus lecturas. Y esa brecha se va ampliando a lo largo de la escolaridad obligatoria, cuando los niños reciben nuevos estímulos como lecturas, espectáculos, músicas, viajes, platos nuevos sobre la mesa... que amplían su cultura y fijan los conocimientos adquiridos en el aula. Aunque en nuestro país la educación (pública) trata de igualar a todos los alumnos, el contexto cultural sigue pesando en los resultados académicos. “Los deberes, en este sentido, resultan fundamentales”, sostiene Luri que sugiere actividades como visitar una exposición, conocer un museo, ver una buena película o sentarse a leer algo apropiado” .
Hábitos y cuadernillos. “No debemos escolarizar todos los espacios de la infancia”, indica Mir. Los chicos han trabajado durante el curso. El verano es para relajarse y dedicarse a lo que verdaderamente les importa”, mantiene el antiguo profesor del Institut-Escola Les Vinyes. En su opinión, a los padres les tranquiliza que el niño haga deberes porque creen que así no se olvidará de lo aprendido y porque están ocupados mientras ellos trabajan. “Pero esa es una cuestión social no pedagógica”, indica el profesor. Mantener una disciplina intelectual, dejar un espacio diario de 15 minutos no parece un drama, defiende Luri. “Si la alternativa a este tiempo de trabajo es la televisión basura, ¿no vale más obligarles a leer un libro que ellos mismos escojan?”, se pregunta el pedagogo, que no reniega de los cuadernillos de verano. “Son trabajos de buenos equipos pedagógicos con años de experiencia y están elaborados para que no resulten aburridos”, añade. “El fracaso escolar es esencialmente lingüístico”, continúa Luri. “Hasta tercero, la educación está enfocada en el aprendizaje de la lectura; a partir de entonces, la lectura es el vehículo del aprendizaje”, explica el pedagogo. “Si ésta no se ha consolidado, abocamos al alumno hacia el desastre”, sostiene. El blog 2 profes en apuros está en contra de los deberes como principio pero abrazan los “quereres” que las maestras blogueras definen como voluntarios y significativos, que no puntúan, motivan y buscan la provocación. Y ofrecen en inglés cuadernillos summer challenge para niños de 1.º y 3.º de primaria.
La mayoría de las escuelas recomienda la lectura y el pedagogo Luri cree que debería ser obligatoria