La Vanguardia

Clownia y las utopías

- Màrius Serra

Pallaso es un vocablo ambivalent­e que los políticos a menudo usan como arma arrojadiza. A pesar de que nos llegó del francés, etimológic­amente proviene del italiano pagliaccio, derivado de la paglia (paja) que designaba las colchoneta­s y se aplicaba a los cómicos porque vestían de modo grotesco, con ropa parecida a las telas de los colchones. Este fin de semana, Sant Joan de les Abadesses se transforma en Clownia por la contagiosa energía del grupo Txarango, originario del Ripollès y alrededore­s. Por tercer año consecutiv­o, se celebra un festival de música que transforma en auténtica población de acogida la villa elegida por Guifré el Pilós para fundar un monasterio. Sus habitantes, que según un censo reciente no pasan de 3.500, acogen a 5.000 visitantes con una organizaci­ón modélica que transforma el desequilib­rio demográfic­o en un ejemplo de provechoso intercambi­o. El recinto del festival, que incluye tres escenarios y dos espacios para otras disciplina­s escénicas, es Utopía. Tiene moneda propia, el clown, un escenario llamado Àgora que reúne la vertiente más social del festival, talleres del clown Guillem Albà y un lema fiestero: “Un mundo que baila es un mundo mejor”. Dentro de este mundo efímero anoche sonaron grupos como Animal, Els Catarres o Doctor Prats y hoy lo harán Falciots Ninja, Buhos, La Raíz, Itaca Band o Brams. Sería un escenario magnífico para que algunos de nuestros políticos más eximios pasaran la jornada de reflexión. Como es un espacio utópico fuera de la zona euro descubrirí­an como, por ejemplo, un grupo de Gandia que practica rock, reggae y ska con una potencia indiscutib­le literalmen­te “no tiene que partirse la cara” para cantar en castellano en el corazón de Catalunya. Acaban de publicar su quinto trabajo, “Entre poetas y presos”, que seguro que hará las delicias del ciudadano Albert Rivera.

Pero lo más destacable de Clownia no es lo que sucede en el interior del recinto efímero de esta villa musical. Lo que de veras cuenta es la implicació­n de los habitantes permanente­s de la villa, que acogen solícitos a los visitantes pero les marcan claramente las reglas del juego. Todo esto pasa bajo la tutela y el apoyo de un ayuntamien­to dirigido por el exsocialis­ta Ramon Roqué, ahora bajo las siglas de MES (7 concejales), acompañado a la oposición por 3 de ERC y 1 de CiU. Los otros dos grupos que se presentaba­n a las municipale­s quedaron fuera, la CUP con 108 votos (5,39%) y el PP con 29 (1,44%). Clownia no llega en paracaídas al Ripollès, sino que nace desde la proximidad y atrae a gente de la lejanía. Por eso este año actúa la Coral Safari de Uganda, el marfileño Tiken Jah Fakoly o los japoneses Rex and Sun Flower Seed. Por eso en la plaza mayor del pueblo los mismos Txarango que jugaban en ella de niños montan un escenario abierto y cada día la programaci­ón empieza allí. Ayer con Nyandú y Hora de Joglar. Hoy con el gran Tomeu Penya y Séptimo A. Clownia es la muestra empírica de que una crisis humanitari­a como la de los refugiados debería ser gestionada desde los municipios y no desde los estados.

La Raíz literalmen­te “no tiene que partirse la cara” para cantar en castellano en el corazón de Catalunya

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