La Vanguardia

Grandes éxitos de la artillería polaca

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Desde principios de los setenta hasta inicios de los ochenta, Polonia tuvo una década agitada. En los astilleros de Gdansk, los obreros dirigidos por un sindicalis­ta bigotudo llamado Walesa hicieron saltar chispas. Acabarían incendiand­o al régimen totalitari­o del general Jaruzelski, que en 1981 instauró la ley marcial. En los cines echaban películas de directores que hoy son de culto y que constituye­n una de las mejores alineacion­es posibles de cualquier gremio polaco del siglo XX: Roman Polanski, Krisztof Kieslowski, Krisztof Zanussi, Jerzy Skolimowsk­i, Andrzej Wajda, Agnieszka Holland…

En aquella época, el fútbol de seleccione­s del país de San Estanislao de Kostka, del papa Karol Wojtila y de Marie Sklodowska Curie saboreó el triunfo repetidame­nte. Los cuarentañe­ros recordarán el gran papel de Polonia en España’82, con Gregor Lato al final de su carrera y Zbigniew Boniek al inicio de la suya. Quedaron terceros con un fútbol demoledor mientras los opositores del país eran molidos a palos. Ese hito fue el penúltimo de una selección legendaria que hoy quiere escribir otro episodio ante Suiza en su cita con los octavos.

Polonia, con la figura inolvidabl­e de Smolarek, fue oro olímpico en Munich’72. Dos años más tarde, en el Mundial de Alemania quedaron terceros. En los siguientes Juegos Olímpicos (Montreal) alcanzaron la plata y en Argentina’78 fueron quintos. En España’82, el citado tercer puesto contra Francia en el Rico Pérez de Alicante, y aún tendrían talento para colgarse la plata en Barcelona’92. ¿Cuántas seleccione­s pueden presumir de tanto logro en tan pocos años?

Esta Polonia de Francia 2016 llegó al campeonato como la selección más artillera de la fase de clasificac­ión (33 goles). De momento, el Lewandowsk­i que más ha sonado en los últimos días no es el ariete polaco (que de momento no ha marcado: Suiza, tiembla), sino el jefe de la campaña presidenci­al republican­a en Estados Unidos Polonia no tiene un Donald Trump pero sí tiene un Donald Tusk.

El que fuera primer ministro polaco y ahora presidente del Consejo Europeo es el único de esta historia que no es un artillero, sino más bien lo contrario, un parapeto. Su misión muchas veces es parar los goles que le intenta clavar, por ejemplo, el gobierno ultraconse­rvador de su propio país que ejerce de euroscépti­co con verdaderas andanadas a Bruselas. La última, la del sí del Brexit, lo ha dejado KO. Tusk ya habla “de los 27”, ya sin el Reino Unido.

Durante el siglo XX, y a diferencia de su selección de fútbol, Polonia fue un país más invadido que invasor y, hoy en día, cuando el concepto de soberanía nacional es tan cambiante, los gobernante­s de Varsovia se aferran a ella con orgullo nacionalis­ta. Lo mismo le sucede al eterno enemigo ruso… aunque decir esto último igual no sea muy futbolític­amente correcto.

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MARK LEECH / GETTY Polonia tocó la gloria en los 70 e inicios de los 80
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Felip Vivanco

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