La Vanguardia

CAMINO DE LA NUEVA GUARDIA

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Käthe Kollwitz se prendó de la dignidad de las pobres gentes que acudían a la consulta médica de su marido, un hombre comprometi­do con la justicia social, su alma gemela. La artista empezó entonces a reflejarlo­s en grabados y carteles, imbuida de indignació­n ante la pobreza y el hambre que sufrían, temas que dejarían paso a profundas reflexione­s sobre la guerra y la muerte cuando la desgracia bélica golpeó a su unidad familiar. Su hijo Peter murió en Flandes en 1914, al poco de estallar la Primera Guerra Mundial, y su nieto, también llamado Peter, cayó en el frente ruso en 1942, durante la siguiente contienda. El doctor Kollwitz había fallecido dos años antes. Al contemplar las obras de Käthe Kollwitz es imposible no pensar en esas vivencias trágicas, similares por otra parte a las que arrostraro­n la mayoría de los habitantes de aquella Europa en guerra cruenta. Captar la intensidad expresiva de Kollwitz está al alcance de las conciencia­s con sólo entrar en un pequeño edificio de la avenida Unter den Linden, esa arteria que los turistas suelen recorrer a paso veloz, con la vista fija en alcanzar la puerta de Brandembur­go o, en sentido contrario, la isla de los Museos. Pero vale la pena detenerse en la Neue Wache (Nueva Guardia), un pequeño edificio de corte neoclásico construido en 1818 para honrar a los caídos alemanes en las guerras napoleónic­as.

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