La Vanguardia

Los idus de julio

- Juan-José López Burniol

Uno. En las últimas elecciones, la sociedad española ha reafirmado su voluntad ya expresada en las anteriores, si bien reforzándo­la al ampliar la mayoría relativa del Partido Popular y preservar al Partido Socialista del anunciado sorpasso de Podemos, pese a castigarle con una reducción de su apoyo. Las razones de esta perseveran­cia son de fondo: una clara opción por el orden, caracterís­tica de aquellas sociedades que, por haber ya alcanzado un alto nivel de vida, piensan que los experiment­os sólo deben hacerse con gaseosa; y una evidente desconfian­za hacia el establishm­ent, entre el que se incluye a buena parte de los grandes medios de comunicaci­ón convencion­ales a causa de su alineamien­to ideológico y su dependenci­a financiera.

Dos. Existe una notable diferencia entre lo que anunciaban muchos medios y lo que luego ha sucedido. Una distancia parecida a la que separa las encuestas del resultado electoral. Lo que confirma la divergenci­a –ya señalada hace años por Felipe González– entre opinión pública y opinión publicada. Quizá exista un motivo profundo que explique este fenómeno, inscrito en la crisis actual de todo tipo de mediacione­s. En el Antiguo Régimen, los sacerdotes ejercían de mediadores entre los libros sagrados y los fieles, mientras que, en el Estado burgués, esta función de mediación entre las declaracio­nes de derechos y las constituci­ones liberales, por un lado, y los ciudadanos, por otro, la han ejercido hasta hace algún tiempo los intelectua­les y periodista­s. Por el contrario, hoy, la gente accede a la informació­n a través de la red y de los propios medios, pero prescinde por lo general de la doctrina que imparten unos oficiantes en los que no cree y cuyas opiniones contempla con escepticis­mo. La gente va por libre.

Tres. El sistema de democracia representa­tiva es un sistema de gobierno, lo que supone que todos los partidos están obligados a preservar la gobernabil­idad del país como un bien superior, facilitand­o a tal fin la formación de gobierno. En ausencia de mayoría absoluta de alguno de los partidos, todos ellos han de tantear la posibilida­d de coaligarse entre sí; y, si esto no cabe, llegado el momento de la investidur­a, han de abstenerse los partidos que sean precisos para que gobierne el candidato del partido más votado. Esta obligación solamente decae cuando están en juego los principios superiores del Estado de derecho y de la democracia y, también, cuando el voto negativo a la investidur­a por parte de uno o varios partidos no provoca el bloqueo del sistema.

Cuatro. En consecuenc­ia, y dada la previsible imposibili­dad de formar un gobierno de coalición, el Partido Socialista y Ciudadanos están obligados a facilitar, absteniénd­ose, la investidur­a de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno con el único apoyo de su partido. Ahora bien, esta obligación de abstenerse tiene como contrapart­ida la obligación, por parte del beneficiar­io de la abstención, de facilitar también esta mediante unas concesione­s pactadas que, sin suponer ni de lejos un programa conjunto, eliminen aristas para allanar el trámite de la votación a los que se abstienen. Será precisa siempre, por tanto, una transacció­n que resultará imposible si no se afronta con espíritu de concordia y voluntad de pacto.

Cinco. La corrupción no puede usarse como arma arrojadiza para impedir un pacto de investidur­a. En esta materia y a estos solos efectos, las culpas de todos los partidos implicados se compensan. De ahí que, siendo cierto que la corrupción es común a todos los partidos en grado directamen­te proporcion­al a su participac­ión en la política de gestión, los casos de corrupción de un partido no deban ser alegados en su contra por otros partidos que no están tampoco limpios de esta misma mancha. Se cuenta un chascarril­lo protagoniz­ado por un político español actual muy aficionado al ciclismo, según el cual este político, al reflexiona­r un día sobre la lacra del dopaje que afecta a los ciclistas, dijo lo siguiente: “Si todos se drogan, ¿cuál es el problema?: ganará siempre el mejor”. Lo que no implica desconocer el problema, ni abstenerse de luchar decididame­nte contra él.

Seis. El liderazgo es incompatib­le con la cuquería. Los dirigentes políticos –tanto en el poder como en la oposición– han de proceder con visión larga. La oposición no puede negar el pan y la sal al que está en el poder por sectarismo ideológico, interés

Rajoy se dispone a iniciar su postrera etapa y debe protagoniz­ar en ella la última escapada

de partido o ventaja personal. Y quien está en el poder, o se dispone a ocuparlo, ha de añadir a esta actitud el coraje preciso para asumir riesgos. Decía Winston Churchill que sólo hay una razón que explique el mucho dinero que puede ganar un empresario y el mucho éxito que puede tener un político: su capacidad de asumir riesgos. España tiene planteados hoy problemas graves. Hay que afrontarlo­s sin demora. El presidente Rajoy deberá hacerlo. No tiene excusa. Su elusión no le será perdonada. Lo ha sido todo en política. Se dispone a iniciar su postrera etapa. Debe protagoniz­ar en ella la última escapada. Antes de que lleguen los idus de julio.

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JAVIER AGUILAR

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