Michelle Obama, la primera dama más movida
Michelle Obama, una mujer hecha a sí misma, obsesionada con la salud y la educación
El día en que este invierno pasado cayó sobre Washington la nevada del siglo, la comidilla en el barrio del West End era que la primera dama, Michelle Obama, no se resignó a encerrarse en casa como casi todo el mundo. Se empeñó en practicar
spinning con sus hijas, Malia y Sasha, pero se encontraron con que el SoulCycle de la calle M, una cadena de gimnasios especializados en lo de pedalear al ritmo de la música, estaba cerrado.
Cierta o no, la anécdota ilustra la imagen de una primera dama que ha utilizado su condición para fomentar la vida saludable. Comer sano, hacer deporte y estudiar, esos han sido los principales leitmotiv de su activismo. Para predicar con el ejemplo, una de sus primeras iniciativas fue instalar un huerto en los jardines de la Casa Blanca. Hace pocas semanas convocó por última vez a varios estudiantes para sembrar verduras y hortalizas y casi suplicó que sus sucesoras –o sucesor– no lo desmantelen. “Ojalá que esta no sea la última siembra, ojalá que haya otras administraciones que retomen este proyecto y sigan convirtiendo esto en parte de la tradición de la Casa Blanca”, declaró.
De hecho, Michelle Obama reemprendió con su huerto una iniciativa de Eleanor Roosevelt, pero la actual primera dama lo enmarcó en su campaña “Let’s move!” (¡movámonos!), que trata de convencer de llevar una vida sana a una sociedad marcada por una epidemia de obesidad que afecta al 20% de niños y adolescentes de 6 a 19 años.
La otra obsesión de Michelle Obama, el acceso a la educación, sobre todo de las niñas, la ha llevado a recorrer el planeta, aunque la campaña en Estados Unidos se centró sobre todo en convencer a los adolescentes para que no abandonaran los estudios y se esforzaran para llegar a la universidad. Un vídeo en el que la primera dama canta y baila como un rapero Go to college ha tenido un efecto viral en la red.
Ella lo suele explicar con su experiencia personal. Nacida el 17 de enero de 1964 y criada en los suburbios sureños de Chicago –donde sólo el año pasado 3.000 personas perdieron la vida por disparo de arma de fuego–, se graduó en Sociología con diploma de honor en la Universidad de Princeton y logró su título de abogada en Harvard. “Tuve oportunidades que mis padres jamás hubieran imaginado para ellos –les dice a los jóvenes– y quiero que a ustedes les pase lo mismo. No importa qué obstáculos se presenten, tienen que estudiar. Estudien para hacer un mundo mejor”.
Pero Michelle, a diferencia de Barack, pertenece a la comunidad afroamericana que desciende de los esclavos, lo que en Estados Unidos marca una biografía. Michelle Obama no se ha conformado con el papel tradicional que se atribuye a la primera dama y ha adoptado posiciones políticas de inequívoca defensa de los sectores más desfavorecidos o discriminados. Se ha movilizado contra la diferencia de salarios de las mujeres, contra la discriminación del colectivo LGTB, por el derecho a la vivienda.
Todo ello la ha convertido en una primera dama muy popular, bastante más que Hillary Clinton, aunque eso ahora no cuesta mucho, y también más popular que el presidente. Los sondeos señalan que más de dos tercios de los estadounidenses ven favorablemente el ejercicio de Michelle Obama como primera dama, mientras que su marido recibe la aprobación del 51%, lo que supone, sin embargo, una gran nota tratándose del final del mandato.
Llegó a abrirse el debate de si podría postularse como candidata a la presidencia. “No. No voy a postularme. No lo pienso hacer”, declaró con su contundencia habitual en Austin (Texas).
Descendiente de esclavos, la lucha contra las desigualdades y la discriminación marca su biografía política