La Vanguardia

Lucas el gigante

- Martina Klein

Cuando mi hijo era muy pequeño vivíamos en Madrid, el Madrid de los Austrias, el Madrid antiguo, y a mi parecer, el más bonito. Todos los días llevábamos al niño al parque de La Cornisa, donde jugaba durante horas. Allí se hizo amigo de Lucas, un niño cuatro años mayor que él, pero igual de alto. Lucas había nacido con acondropla­sia, un trastorno de origen cromosómic­o que afecta a 1 entre 25.000 niños, y le tocó a él, como le podía haber tocado a cualquiera de los nuestros. Mientras mi hijo aprendía a traspasar arena de cubo a cubo, Lucas iba y venía trayendo y llevando juguetes. Los niños de su edad ya jugaban a otras cosas, pero los de su tamaño iban más despacito y Lucas, con paciencia, participab­a a su manera. Han pasado siete años, Lucas tiene quince y hace dos años se sometió a una operación de alargamien­to óseo que consiste en la fractura programada de los huesos largos de las piernas para conseguir más altura. Una cirugía con el postoperat­orio más largo y doloroso que existe, y que hoy, una vez finalizado, Lucas asegura que ha merecido la pena. (Aún faltarían dos más para finalizar el proceso.)

Su madre, Helena Rohner, diseñadora de joyas y vecina de mi barrio de Madrid, hubiera deseado saber lo que iba a sufrir Lucas tras su operación, y, a pesar de ello, lo hubieran hecho igual, porque 15

Él hubiera elegido pasar por la tortura que pasó con tal de llegar al ansiado metro y medio de altura

centímetro­s más hacen que una persona pueda llegar al grifo de un lavabo, a los botones del ascensor o los pedales de la bicicleta. Lucas hubiera elegido pasar por la tortura que pasó con tal de llegar al ansiado metro y medio.

Si en un punto del pasado esta historia no me hubiera acariciado los dedos con la arena del parque, es posible que la hubiera dejado pasar. Sería una persona más de esas que Lucas se cruza a diario y que le observan con la mirada esquiva. Prejuzgand­o, cuchichean­do con el de al lado y haciendo que Lucas, y Mar, su hermana, rechinen los dientes de rabia, y concluyan con resignació­n que la gente es muy floja, y tienen toda la razón, porque adultos y niños, cuando se cruzan con una persona acondroplá­stica, señalan a un enano y no piensan. Porque no pensar es la tónica. Pero a veces una historia te susurra de cerca, y escuchas, y cuando escuchas, empatizas, y cuando empatizas eres mejor persona y puedes cambiar tu destino y el de los otros.

Lucas y su familia quieren convertir las imágenes de su dolorosa y valiente experienci­a en un documental bello y cuidado que sirva a las familias que vayan a pasar por ello (sólo el 2%de los niños con acondropla­stia de este país no se somete a la operación), y a los demás, para enseñarnos a mirarles con la admiración que se merecen. Para ello necesita de nuestro mecenazgo y sólo nos quedan 24 días para hacerlo realidad. Podemos aplaudir a Lucas en la web de Verkami, buscando “La aventura de Lucas”.

Eres muy grande, campeón. Te mandamos un beso enorme desde Barcelona.

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