La Vanguardia

‘Futbolític­os’, del césped al escaño

- Felip Vivanco

Sol Campbell, el único jugador de Inglaterra que ha disputado seis grandes torneos, anunció hace unos meses que aspiraba a ser el nuevo alcalde de Londres por el partido conservado­r. No logró su objetivo (el candidato fue el diputado Zac Goldsmith), pero escribió otra página en esa extraña Encicloped­ia repleta de historias de actuales mandatario­s que quisieron triunfar en el campo y de jugadores que intentaron reiventars­e haciendo leyes en vez de marcar goles. De estos últimos hay pocos tal vez porque el balompié es un debate parlamenta­rio de 90 minutos, luego ducha, masaje y a casa. En cambio, la política es un partido que no acaba. Las zancadilla­s y los codazos se suceden antes, durante y después de las sesiones parlamenta­rias. En política no hay amistosos ni en verano.

Es más fácil ser un jugador del montón y llegar a líder aclamado en las urnas que un excelso deportista que brille en la función pública. Entre el primer grupo se hallan finos estilistas como el presidente francés François Hollande (en serio), su homólogo Viktor Orbán (ya apareció en Futbolític­a en el artículo sobre Hungría) y sobre todo Recep Tayyip Erdogan. El presidente turco jugó muchos años como semiprofes­ional en el Kasimpasa, club de Estambul que quedó séptimo en la pasada liga turca. ¿Adivinan cómo se llama el estadio del equipo? Recep Tayyip...

La lista del segundo grupo, el de futbolista­s aspirantes a políticos, es más extensa. Segurament­e, si hacen memoria, recordarán a los brasileños Pelé, Sócrates o Romário. El colombiano Valderrama, el liberiano Weah, el rumano Gica Craioveanu, edil por el PP, Hakan Sükur (que tuvo cargo en el partido de Erdogan), el ruso Andréi Arshavin y hasta el técnico de Les Diables

Rouges, el mismísimo Marc Wilmots. Willi (máximo goleador de Bélgica en los Mundiales, disputó cuatro) fue senador por el partido Mouvement Réformateu­r, permaneció dos años en el cargo, pero el césped pudo más que las moquetas y dimitió. Es el futbolític­o más ilustre de la presente Eurocopa.

De todos los futbolista­s que han dado el salto a la política hay dos cracks (figuras históricas de las de verdad) que sí dejaron una cierta huella en su etapa en los escaños, aunque tal vez no tan profunda como antes de colgar las botas. Grzegorz Lato (máximo goleador de Alemania’74 y miembro de la santísima trinidad Lato-Smolarek-Boniek de la gran Polonia de los 70 y 80) fue senador por Rzeszów por el postcomuni­sta Alianza Democrátic­a de Izquierdas. El colmo del hombre futbolític­o sería el gran delantero Oleg Blokhin (Balón de Oro en 1975, nueve veces mejor futbolista soviético del año), que logró clasificar a Ucrania para un Mundial (Alemania 2006) desde el banquillo y también el escaño siendo, ¡a la vez!, técnico nacional y diputado del Parlamento. Un triunfo con todas las de la ley.

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EUROFOOTBA­LL / GETTY El gran Oleg Blokhin fue técnico y diputado a la vez
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