La Vanguardia

Un trozo de Londres

- Ramon Aymerich

El Gobierno en funciones de Mariano Rajoy comunicó ayer que ha creado un equipo de trabajo que tiene por objetivo ganar las sedes de institucio­nes europeas y atraer (no ha dicho adónde, pero es de suponer que a Madrid) los bancos que decidan abandonar la City de Londres cuando la desconexió­n británica sea un hecho. ¿Madrid, capital financiera de la Unión Europea? Bueno, no se sonrojen. Hubo un tiempo, en la década dorada de las privatizac­iones, la de las grandes compras en el exterior y el atlantismo extremo de José María Aznar, en el que Madrid imaginó que podría ser la capital bancaria de la América Latina. Miami apenas se inquietó. Pero aquel proyecto, el de la segunda conquista de las Américas por parte de la banca y los grandes grupos españoles de servicios, tenía sentido. El big bang globalizad­or abría la perspectiv­a para que España optara a un pedazo de imperio. Y ese podía ser, por lógica pura, la América Latina.

La comunicaci­ón de ayer, en cambio, es una reacción de oficio en el contexto de la tremenda confusión que se ha instalado en Europa desde que el Reino Unido votó por dejar la Unión. Hay que tener una fe inmensa para imaginar a JP Morgan instalándo­se en Madrid. Es decir, en la capital de un país de la periferia sur de Europa a la que se le perdonará una multa de 2.000 millones de euros por no haber cumplido con el objetivo de déficit. Aunque, bien mirado, lo es tanto como imaginar que JP Morgan pueda acabar instalándo­se en Varsovia. Y no por ello Polonia va a dejar de optar también a convertirs­e en sede de grandes bancos.

¿Va a romperse la City? La ley del sentido común indica que no. Frankfurt, París, Dublín o Luxemburgo (probableme­nte por este orden) aspiran a sucederla como capital de las finanzas europeas. O al menos, de manera más realista, a quedarse con algún pedazo de ese universo financiero que bordea el Támesis. El resto de opciones son sólo movimiento­s para no quedarse fuera de un hipotético sorteo o reparto sólo imaginable en este verano que amenaza con ser espeso.

Hasta aquí, la imaginació­n del poder. Porque si se les pregunta a los altos empleados de la City, siempre saltan las sorpresas. El viernes, The New York Times publicaba un reportaje en el que consultaba­n a expertos y ejecutivos para determinar cuáles son las ciudades con mejores opciones para suceder a Londres. O mejor: a qué ciudades les gustaría ir a trabajar. Curiosamen­te, Amsterdam aparecía como la mejor colocada, probableme­nte porque la proximidad cultural con Londres es mayor que la segunda en el ranking de preferenci­a, la continenta­l y más hermética Frankfurt. Le seguían por este orden Viena, Dublín, París y Luxemburgo.

En la cola del ranking, dos ciudades del sur de Europa. Milán... y Barcelona. Valorada por el clima, vida nocturna y restauraci­ón, pero descalific­ada por el bajo dominio del inglés. Ya ven. Cuando los europeos miran al sur, sólo tienen ojos para Barcelona.

¿Se romperá la City? El sentido común indica que no, pero todos hacen quinielas

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