EL SÉPTIMO DÍA
Originaria de Illinois, Ricki Ravitts sabía más bien poco de pájaros cuando se despertó en ella la pasión por avizorar las aves. Participó en visitas guiadas y al año se compró los binoculares. Los lleva siempre.
“Formamos una comunidad y existe una auténtica red por la que nos pasamos alertas de avistamientos”, explica.
Según Ricki, “Central Park es un protector de la vida, me da paz y me carga de energía para afrontar el día”.
Los hay que prefieren la energía a la paz. Un poco más al norte, justo por debajo del Reservoir, se halla el Great Lawn. Bajo esta designación se enmarca uno de los grandes pastos del recinto, donde igual se hace la siesta, que se comparte merienda o se practica cualquier deporte con una pelota, sea redonda o amelonada. Los sábados se registra, además una experiencia sociológica y étnica.
A diferencia de Williamsburg, en Brooklyn, donde se prodigan los hasídicos ultraconservadores, en la parte superior del Great Lawn, lado oeste, se reúnen los jóvenes judíos para celebrar el sabbat, el séptimo día de la semana para ellos. Visten a la moda y si se les reconoce es por lucir la kipá. Llevan la de vestir.
Es su punto de encuentro y se oye el murmullo de las voces, un sonido en extinción en las cafeterías. “En este día no podemos usar electrónicos, así que todo es conversación, proximidad, relación personal”, explica Sam Niuman.
Dice que es una tradición reunirse en este punto. “Algunos de los que ves ahora con familia se conocieron aquí”.