La Vanguardia

“Me transformo en independen­tista en el teatro para ver qué se siente”

XAVIER SARDÀ PERIODISTA

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Algunos niños se inventan amigos imaginario­s. De chaval, Xavier Sardà (Barcelona, 1958) creó a un anciano, el Señor Casamajor, que con el tiempo se convirtió en su alter ego. “Mucha gente pensaba que éramos dos”, asegura. Esa naturaleza dual podría ser objeto de psicoanáli­sis, pero de momento Sardà no se toma muy en serio ni a Freud ni a los psiquiatra­s, al menos los viernes por la noche, cuando se sube al escenario con Juan Carlos Ortega para representa­r Terapia (21 h, Luz de Gas), un espectácul­o de psiquiatra­s y psicoanali­stas en el que hablan mucho de política y de sexo. Y se ríen de los tópicos.

¿Así que quiere ser independen­tista? En el espectácul­o hacemos de pacientes y psiquiatra­s y en un gag yo digo que quiero tener la ilusión que veo en la gente, sí, quiero ser independen­tista y ver qué se siente.

También hablan de las obsesiones sexuales.

Sí, la gente se ríe mucho cuando Juan Carlos explica algunas vivencias suyas, es surrealist­a.

¿Y usted ha hecho terapia? No. ¡Hice una terapia falsa para librarme de la mili! Tenía unos medicament­os y tenía que desmayarme. Lo hice dos veces, pero a la tercera ya las piernas no se me doblaban porque un teniente me miraba fijamente...

Quizás no necesita terapia, ¡creó al Señor Casamajor para decir lo que piensa usted!

¡Y tanto! Es el contraste, el clown y el serio, yo bien formal y el otro... ‘Estoy cansado...’ (pone la voz de Casamajor), ‘¿de qué está cansado?’, ‘tanto sexo...’, ‘calle, hombre, calle’ (se ríe).

¿Cuándo creó al personaje? De chaval. En casa ya hacía reír a mi padre y a mis hermanos con el Señor Casamajor.

¿Ya quería ser famoso? No, yo quería ser periodista para escribir en los diarios y por eso estudié Ciencias de la Informació­n. Hice crónicas de conciertos para diferentes diarios que iban cerrando, El Correo Catalán, Mundo Diario, Catalunya Exprés.

¿Cómo llegó a la radio? Empecé en Ràdio 4 con un trabajo administra­tivo, pero un día estaba haciendo al Señor Casamajor en un programa musical y pasó Juan Manuel Soriano y me dijo (imposta la voz) ‘a ver, hágame este abuelo que hacía’. Y así fue, el Señor Casamajor me abrió las puertas de mi carrera. Es el caso de un tío que no vale mucho, pero su personaje sí…

¿Por qué gustaba tanto? No sé, por la sencillez, la verosimili­tud. Un día, en un programa, le dije: ‘¿le ha gustado la entrevista que le hemos hecho al ministro?’, ‘un poco aburridita’ (pone la voz de Casamajor), y entonces le dije ‘váyase a la máquina de café’. ¡Y empezaron a llamar oyentes para que no lo echara del estudio!

Como experto en televisión, ¿qué quiere ver la gente ahora? Los programas de humor triunfan y la política vende mucho últimament­e. Mire en Catalunya, el programa de Cuní, en 8tv. Y si nos dicen hace unos años que habría una cadena como La Sexta, que lleva tanta política en su programaci­ón, hubiéramos dicho que esto no funcionaba. Pues sí.

¿Usted qué mira en la tele? Soy adicto a las películas y las series, sobre todo las de política, como El ala oeste de la Casa Blanca, House of cards, Borgen. Y, mira, en Borgen tienen que pactarlo todo, ley por ley.

Es un sufrimient­o para la primera ministra, ¡así es la política!

Aquí tendremos que acabar igual. Cuando a Rajoy le pase el estupor de haber ganado.

Como socialista, ¿cree que debe gobernar Mariano Rajoy?

Hay una cierta teatralida­d ahora, antes de que empiecen las negociacio­nes. Aunque yo creo que quien ha ganado es Rajoy y no el PP, pero se ha quedado alucinado.

¿Le gusta la política, eh?

Me apasiona.

¿Ha pensado en presentars­e?

Hombre, después de haberme disfrazado en la tele de tantas cosas, eso afectaría... Ahora en serio, me han propuesto alguna cosa y yo he dicho que no porque me parece que pedir un voto es un acto de humildad muy grande. Usted no va diciendo ‘soy periodista, contrátenm­e’. Creo que soy demasiado orgulloso para eso.

En las tertulias se nota que se lo pasa bien, le va la marcha.

Sí. Es un ejercicio que me resulta muy interesant­e, no hay que hacerlo demasiado en serio ni demasiado en broma, ni corto ni largo, diciendo alguna cosa razonable pero de forma llana.

¿Y qué ritmo de vida lleva?

Comparado con cuando hacía programas, que era una dedicación sacerdotal, de todo el día, ahora disfruto de la calma. Para mí es un sinónimo de felicidad, de una cierta complacenc­ia. Cuando estoy calmado digo ‘oh, qué bien se está’.

¿Y no echa de menos la adrenalina del directo, de los programas de la tele o de la radio? A ver, cuando yo voy a RAC1 un poco de adrenalina siempre tienes que tener porque piense que Pilar Rahola hay algún momento que calla ¡y tú tienes que decir algo! Ja, ja, un beso a Pilar...

En serio, ¿volverá a tener un programa?

No lo creo, no intereso demasiado y tampoco tengo muchas ganas. Me he reinventad­o como tertuliano

y articulist­a y soy ya muy feliz.

También hace teatro. Y toca el saxofón y el piano.

Poco, pero toco. El saxo tiene presencia pero es relativame­nte fácil y el piano, aprendí a tocar un cuarto de hora, para que las mujeres cayesen rendidas...

¿Es cierto que tiene un simulador de vuelo?

Sí, es insólito, soy un perfecto invitado a La cena de los idiotas, tengo una caseta de madera donde está el morro de un Boeing 737-800.

¿En el jardín de casa?

Sí. Vuelo sin moverme del sitio.

¿Y adónde le gusta ir?

Doy vueltas al mundo, en vuelos de una hora. Ahora estoy cerca de Novosibirs­k, rumbo al estrecho de Bering, enfilando hacia Alaska.

Y su mujer y sus hijos dicen ‘déjalo, está en el avión…’

Sí, sí. Creo que es muy freudiano, moverte sin cambiar de sitio, como el tren eléctrico que da vueltas.

En Terapia le dan mucho protagonis­mo a Freud, pero no en positivo. Era un tío muy complicado, pensaba que ya estaba todo resuelto con su psicoanáli­sis. Solemne y sobrevalor­ado, como Marx. Ambos tuvieron la convicción de que habían hecho algo definitivo, uno en la interpreta­ción de la historia y el otro de nuestras neuras. Y no es verdad .

Ha escrito sobre la fragilidad de la vida y sobre la muerte, ¿ le preocupa?

Sí, en el libro Eros, Thanatos y su

puta madre. La gente se muere, pero dicen que hay otra muerte, que es cuando se muere el último que te recuerda. Y allá, en un ámbito, están Aristótele­s, Hitler, Cánovas del Castillo, Churchill, que dicen ‘¡que nos olviden ya y podemos pasar página!’, ja, ja.

¿También le interesa la ciencia? Hizo un programa

Es apasionant­e. Pensar que el siglo XX es el primero en el que la gente tiene cosas que no sabe cómo funcionan, la radio, la tele, los ordenadore­s… es la magia en casa. Pero en pocos años habrá evoluciona­do mucho lo de las tres dimensione­s y la realidad virtual.

Siempre pone un toque de humor, ¿es difícil como dicen?

Es algo muy serio. Lo aprendí de niño. Mi hermana Rosa nos llevaba a mi hermano pequeño y a mí arriba y abajo. Íbamos a ver cómo ensayaban obras y yo me quedé con todas las repeticion­es que hacían de algunas escenas de sus comedias hasta que saliera perfecto. A mí ya me parecía bien, pero no, paraban y vuelta a empezar, introducie­ndo variacione­s y ensayando y eso me sirvió mucho.

¿Ensayaba los programas?

No, pero un programa, sea de radio o de televisión, y da igual que el tono sea más o menos serio, tiene que estar hecho lo mejor que se pueda. Y eso es bastante devastador para la tranquilid­ad personal porque el régimen de producción diario es brutal.

Eso sólo se logra con un gran equipo.

Con los años mi equipo ya podía ir sólo. Pero hay una pregunta que siempre hago: ¿esto no es mejorable?. Yo se lo hacía a mi equipo cuando preparábam­os los programas de la radio o la tele. Como si ahora yo le digo: ¿esta entrevista no es mejorable?

“No espero un programa en la tele, me he reinventad­o como tertuliano y articulist­a y soy feliz” “Tengo un simulador de vuelo en el jardín de casa, el morro de un Boeing, y doy vueltas al mundo”

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SILVIA HINOJOSA la entrevista
 ??  ?? Xavier Sardà, en la sala Luz de Gas, donde los viernes por la noche pone en escena Terapia junto a Juan Carlos Ortega, un espectácul­o de psicoanali­stas en el que se habla mucho de política y de sexo en clave de humor
Xavier Sardà, en la sala Luz de Gas, donde los viernes por la noche pone en escena Terapia junto a Juan Carlos Ortega, un espectácul­o de psicoanali­stas en el que se habla mucho de política y de sexo en clave de humor
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ÀLEX GARCIA

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