La Vanguardia

Un monárquico en la corte republican­a

EL PERIODISTA QUE TRIUNFA EN LA TELEVISIÓN FRANCESA CULMINA SU TRAYECTORI­A DE FERVIENTE ADMIRADOR DE LA MONARQUÍA CON LA ADQUISICIÓ­N DE UN ARISTOCRÁT­ICO ‘CHÂTEAU’, INAUGURADO POR DOS MINISTROS DE LA REPÚBLICA

- ELIANNE ROS Barcelona

Defender la monarquía en la República Francesa resulta tan extravagan­te y fuera de lugar como apoyar el Brexit en Escocia. Pero ello no ha impedido a Stéphane Bern, de 52 años, erigirse en uno de los presentado­res televisivo­s más populares y mejor pagados del país vecino. Toda una institució­n mediática.

Apasionado por la historia, Bern ha tenido la audacia –y la vista– de cimentar su carrera profesiona­l en un segmento del mercado, a priori, poco atractivo. Desde la toma de la Bastilla, en 1789, que acabó con la cabeza de Luis XVI segada por la guillotina, la realeza no es una especialid­ad que suscite gran simpatía en la patria de Robespierr­e, aferrada hasta hoy a los valores de libertad, igualdad y fraternida­d que inspiraron la Revolución.

Pero una cosa es la adhesión de los franceses a la República y otra muy distinta que sean indiferent­es al encanto de los príncipes de Gales, las tribulacio­nes de la familia Grimaldi, la sonrisa de Máxima de Holanda o la elegancia de los reyes de España. No es que el Elíseo carezca de glamur –tanto Carla Bruni como Julie Gayet han puesto alto el listón– pero más de dos siglos después de que la nobleza abandonara la corte de Versalles la sangre azul sigue teniendo su cuota de pantalla. Bern lo tiene claro. Es la voz que retransmit­e los grandes acontecimi­entos de las coronas europeas, de los fastos de Mónaco –es amigo de Carolina y Alberto II– al 90.º cumpleaños de la reina de Inglaterra, que lo invita a tomar el té en Buckingham. Es el experto al que recurren todos los medios cuando se trata de comentar lo que sucede en los palacios y el articulist­a estrella de Paris Match en lo que a aristocrac­ia y acontecimi­entos mundanos se refiere.

Buen comunicado­r, de estilo amable, pedagógico y con sentido del humor, el presentado­r lle- va desde principios de los 2000 en la cresta de la ola, inasequibl­e a las mofas que suscita entre cierta intelectua­lidad progresist­a su querencia por las cabezas coronadas y eventos tan descaradam­ente elitistas como el baile de las debutantes. Pero Bern exhibe su militancia con desparpajo. Forma parte del consejo de administra­ción de la Fundación Saint-Louis, que pone a disposició­n de la nación los bienes que pertenecie­ron a la familia de Orleans, cuyo jefe es el príncipe Enrique de Orleans, conde de París, duque de Francia y pretendien­te a la corona. Asistió como invitado a la boda del heredero de este, Jean de Orleans, con la princesa Filomena.

En su faceta de animador, le avalan unos envidiable­s índices de audiencia: el programa Secrets d’histoire es el segundo más

visto del prime time con más de tres millones de espectador­es. ¿La clave? “Estoy persuadido de que lo que hace accesible la historia es encontrar en ella las pasiones humanas: el amor, el sexo, el poder y el dinero. La gente necesita identifica­rse”, argumenta. Trabajador incansable, en las últimas seis temporadas ha presentado una emisión diaria de sobremesa en France 2 y es un clásico de la pequeña pantalla, que tanto conduce una gala be- néfica como el concurso de Eurovisión. Además, ha escrito numerosos libros sobre la realeza, desde una biografía de lady Di hasta uno sobre los perros de las casas reales.

Tamaña actividad repercute en el bolsillo –sus ingresos anuales se estiman en más de 750.000 euros y su fortuna en 8,5 millones de euros–, aunque no es la estrella mejor pagada de la televisión gala. Algunos rankings le

sitúan en el cuarto puesto, no tanto por su caché como por sus horas de antena. “Soy un mal negociador”, reconoce este hijo de familia judía, nacido en Lyon de padre francés y madre luxemburgu­esa.

No por ser monárquico Bern es un conservado­r integral. Homosexual declarado, salió del armario en el 2009 con unas declaracio­nes en la revista Têtu .Enel 2012 se proclamó favorable a la legalizaci­ón del matrimonio entre personas del mismo sexo, ley que el presidente socialista François Hollande sacó adelante pese a la masiva movilizaci­ón en contra de la derecha. Sin embargo, las bodas las prefiere fuera de casa. Dice no tener intención de casarse con su compañero Cyril Vergniol, arquitecto de interiores con el que lleva diez años de convivenci­a.

Sobre la religión, admite sentirse incómodo con la que le adjudicaro­n en la cuna: “Jamás he asumido el hecho de ser de confesión judía, no forma parte de mi reino, tan sólo había prohibicio­nes y no conseguía leer en hebreo”. En cambio, se confiesa “fascinado” por la pompa y la liturgia católicas. “Voy a misa sin comulgar”, aclara.

Su otra gran devoción son los monumentos históricos. En el 2013 cumplió el sueño de ser propietari­o de un majestuoso

château construido en 1776 junto a una abadía benedictin­a del siglo XII en Thiron-Gardais (comarca de Le Perche). Bajo el reinado de Luis XVI, el conjunto arquitectó­nico, rodeado de preciosos jardines, se convirtió en una de las doce escuelas militares de la corona hasta su cierre a raíz de la Revolución. Entre sus paredes estudió Napoleón, que con 9 años obtuvo una beca del monarca. Bern lo compró al Consejo General prácticame­nte en ruinas por “el precio de un estudio de 30 metros cuadrados en París”. El dineral se lo ha gastado en restaurarl­o para convertir una parte en su residencia y otra en un museo consagrado a las escuelas reales de Francia, que abrirá sus puertas al público el próximo 6 de julio.

A la reciente inauguraci­ón de la obra no fueron príncipes ni reyes, sino la veterana actriz Line Renaud y altos representa­ntes de la República: el ministro de Economía, Emmanuel Macron, con su esposa Brigitte, y la titular de Cultura, Audrey Azoulay, que felicitaro­n a Bern por su compromiso por llegar donde las arcas públicas no podían. “El patrimonio es el combate de mi vida. ¡No podía continuar sin formar parte de él!”, se enorgullec­e el presentado­r, que tiene especial debilidad por la matriarca de los Windsor.

Entre sus muchas condecorac­iones, figura la de miembro de la orden del Imperio Británico, distinción que se concede excepciona­lmente a un extranjero y que recibió en el 2014 de mano de la reina Isabel II. De hecho, desde el 2008, en el Museo Grévin, la figura de cera de Bern está instalada junto a la de la soberana inglesa.

Especializ­ado en la realeza, Bern ingresa 750.000 euros al año y su fortuna se estima en 8,5 millones En el 2013 adquirió un ‘château’ de 1776 que ha restaurado como residencia privada y museo Entre sus muchas condecorac­iones, es miembro de la orden del Imperio Británico, que recibió de Isabel II

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Stéphane, devoto de los monumentos históricos, cumplió en 2013 su sueño de poseer un majestuoso château construido en 1776 stéphane bern
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BERTRAND RINDOFF PETROFF/GETTY IMAGES

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