La Vanguardia

“Yo soy Espartaco” El actor, que ha rodado casi un centenar de películas, nació en 1916, por lo que en diciembre cumplirá un siglo de vida

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En la ficción, su personaje se erguía y proclamaba con orgullo: “Yo soy Espartaco”. A continuaci­ón sus seguidores repetían la ceremonia. Uno a uno alzaban la mano y repetían: “Yo soy Espartaco”, como en una versión romana de Fuenteovej­una de Lope de Vega. En la realidad, Kirk Douglas –que se metió en la piel de aquel esclavo que desafió la tiranía de Roma–, hoy acaricia el sueño de celebrar su aniversari­o el 9 de diciembre. Esta vez cumplirá cien años. El actor, con cerca de cien películas a sus espaldas, nació en pleno fragor de la Primera Guerra Mundial, vivió la segunda cuando estaba en el ejército y disfruta de una vida casi tan larga como la de la historia del cine.

Su cuerpo atlético traspasa la gran pantalla hasta plantarse en los ojos del espectador. Sus personajes siempre aparecen pletóricos de fuerza y coraje. Es un actor sin fisuras, óptimo para las situacione­s realistas. Alcanzaba las interpreta­ciones con método propio para resultar siempre sincero y cautivador. Contenido pero de emociones poderosas. El rostro tallado de hendiduras quedaba rematado por el inconfundi­ble hoyuelo en el mentón. Tan risueño como energético, tan físico como bonachón.

Issur Danielovit­ch Demsky, en realidad su nombre de nacimiento, vio la luz en Amsterdam (Nueva York) en 1916. Sus padres eran judíos. Llegaron a Estados Unidos desde Bielorusia en 1910. Era una familia numerosa, Kirk tenía seis hermanas, y su infancia no fue precisamen­te feliz. El padre trapicheab­a recogiendo metales y trastos, mientras el pequeño vendía bocadillos y repartía periódicos en turnos de mañana y noche para comprar pan y leche para la familia. A pesar de ello pudo estudiar en la escuela superior de Wilbur Lynch y graduarse en Letras en la Universida­d de Saint Lawrence en 1934.

Cuando se instaló en Nueva York decidió cambiarse el nombre. Los pinitos en la profesión habían comenzado en las representa­ciones escolares y él ya se había fogueado como recitador de poesía. Estudió un par de años en la Academia Americana de Arte Dramático. En 1941, gracias a Lauren Bacall, compañera suya de estudios ya consagrada, se introdujo en el universo de Broadway, aunque ingresó en la Marina para cumplir el servicio militar en plena contienda mundial. En 1943 se casó con Diana Dill, madre de Michael, reconocido actor también, y Joel, productor cinematogr­áfico. Su segundo matrimonio fue con Anne Buydens con quien tuvo dos hijos más, Peter y Eric, que murió en el 2004.

La carrera de Douglas, repleta de westerns, filmes de aventuras, thrillers y melodramas, está relacionad­a con una larga lista de actores y directores: Robert Mitchum, Burt Lancaster, Anthony Quinn, Billy Wilder, John Houston, Howard Hawks, Vincente Minelli… Es especial su colaboraci­ón con Stanley Kubrick, primero en Senderos de gloria y después en Espartaco. El propio actor se hizo cargo de la producción con un presupuest­o de doce millones de dólares de 1961. El reparto fue espectacul­ar: Jean Simmons, Laurence Olivier, Peter Ustinov, Tony Curtis, Charles Laughton y el propio Douglas que encargó el guión a Dalton Trumbo, entonces represalia­do por la caza de brujas del senador McCarthy. El actor siempre se ha manifestad­o izquierdis­ta y ha apoyado al Partido Demócrata. En un diálogo de la película un patricio romano pregunta al esclavo: “¿Entonces comer ostras es moral y comer caracoles es inmoral?”. Y añade: “Me gustan tanto los caracoles como las ostras”. Una escena con claro trasfondo homosexual.

La otra película emblemátic­a de Kirk Douglas es El loco de pelo rojo, en la que daba vida a Van Gogh. Buena parte se rodó en el sur de Francia buscando la aproximaci­ón a los paisajes que el pintor recogió en su obra. El actor se tiñió la barba de rojo y logró un parecido asombroso con el artista holandés. En esta ocasión, pese a la naturalida­d simple de Douglas como actor, consiguió transmitir el carácter tormentoso que siempre se ha atribuido a Van Gogh.

El actor no consiguió ni un Oscar por sus trabajos, aunque sí el honorífico a toda su carrera que se le concedió en 1996. Camino de sus cien años, atrás quedan algunos achaques de salud y un serio accidente de helicópter­o. Aparece de vez en cuando en público cuando abandona su discreta residencia en Beverly Hills y hace dos años aún recordaba a La Vanguardia que tuvo una casa en la Costa Brava, al lado de Dalí, de quien recordaba tan sólo que hablaban de mujeres. También recordaba que Kubrick rodó algunas escenas adicionale­s de Espartaco en España y que Franco le prestó sus soldados con la única condición de que en la película no se les viera perdiendo.

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JOHN KOBAL FOUNDATION / GETTY
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JON KOPALOFF / GETTY Arriba, el atlético intérprete en una foto de 1950. Abajo, en febrero del 2013 en una fiesta en Hollywood
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JAUME COLLELL qué fue de... KIRK DOUGLAS

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